Pequeños productores «se llevan parte del valor» que producen

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En el departamento de Canelones, un centenar de pequeños productores y una empresa industrial que tiene décadas de historia se han unido para producir pasta aséptica de tomates.

En el departamento de Canelones, un centenar de pequeños productores y una empresa industrial que tiene décadas de historia se han unido para generar un emprendimiento que no tiene precedentes en nuestro país. A partir del mes de enero va a empezar a funcionar una planta industrial para producir pasta aséptica de tomates.

Esta pasta hoy por hoy se importa, pero lo más importante es el tipo de unión que han logrado los productores con los propietarios. La nueva empresa se llama Mandanol S.A. y es propiedad en partes iguales de la fábrica Vulcania — más conocida por el apellido de sus dueños que es Pitzer — y de la Cooperativa de Productores del Noreste de Canelones (COPRONEC).

La iniciativa permite a estos productores familiares integrarse en una cadena de valor en base a la materia prima que ellos mismos producen, al tiempo que van a poder acceder a las ganancias que se generen cuando el producto industrializado comience a comercializarse.

Antonio Vadell, director del Programa Uruguay Rural del Ministerio de Agricultura -que fue uno de los programas que más ayudó en esta unión-, dijo: “Esta es una experiencia que se acerca al socialismo”. Para conocer esta experiencia conversamos con Daniel Ponce de León, el presidente de COPRONEC.

 

Alejandro Landoni — Para ubicarnos geográficamente, ustedes son productores del noreste de Canelones, ¿de qué zonas estamos hablando?

Daniel Ponce de León — Estamos hablando de todo lo que va dentro de Canelones desde la Ruta 11 hacia arriba y con el eje de la Ruta 7. Productores de San Jacinto y alrededores, la zona del Talita, Pedrera, la zona de estación Tapia, la zona de los Arenales; seguimos hacia arriba y está la parte de estación Miguez y Miguez — ahí abarca incluso hasta Noya —, y todos los alrededores de Tala (estoy hablando de la zona del Mangangá hasta el límite con Lavalleja).

A.L. — Es una zona amplia.

¿Esta es la zona donde la gente producía para Rausa antes?

D.P.d.L. — Fundamentalmente es la zona de influencia de Rausa y una zona en que la gente estaba muy acostumbrada a producir para Rausa la remolacha, que tenía su cosecha en el invierno; y donde también se producía para las distintas fábricas el 90% del tomate perita que se usaba para salsas en Uruguay. Era la época de Calforú (Cooperativa Agraria Limitada de Fomento Rural); había unos cuantos de producción para Calforú y también las demás fábricas.

Eso fue hasta el ’89 y sobre todo a partir del ’90 con lo que fue el atraso cambiario y la apertura hacia el exterior, coincide también con que se había prohibido a nivel bromatológico en Montevideo — creo que fue en el ’89 —, el hecho de que hubiera cáscara y semilla en la pulpa de tomate, entonces se entró a importar prácticamente del exterior todo el tomate que consumían las grandes industrias y se importaba, y se sigue haciendo, en tambores grandes de 200 litros un concentrado de tomate que viene a ser tomate tamizado al que se le sacó agua para facilitar un transporte -que es la séptima parte del volumen-, en lugar de trasladar agua, se traslada concentrado. Eso acá se diluye y se envasa.

Entonces ahí tenemos que es un tomate que se envasa en forma aséptica a nivel internacional y que es lo que se usa después en el tipo tetrapac o tetrabrick.

A.L. — ¿Hoy todo eso es importado?

D.P.d.L. — Hoy lo que se pone en esos envases es todo importado. Por ejemplo, Conaprole nunca puso un gramo de tomate nacional.

A.L. — ¿Es un mercado de cuánto? ¿Lo tienen cuantificado?

D.P.d.L. — En el Uruguay se está consumiendo actualmente el equivalente a unos 40 millones de kilos de tomate por año en forma de pulpas — puré, salsas —; y se importan entre 25 y 30.

Esto surge a partir de 2005, cuando una serie de productores de la vuelta, viendo que había planteado programas de apoyo a la agricultura familiar, se hablaba de que el noreste de Canelones al ser la zona más deprimida del departamento; la más pobre, iba a ser apoyada especialmente, entonces empezamos a ver que para los productores no iba a haber forma de participar de buena manera en eso si no había organización de los productores.

Para que hubiese organización de productores, si no había de qué agarrarse ni qué planes hacer y si no se trabajaba en conjunto; ¿qué era lo que hacía que los productores se unieran? La cosa era buscar productos que le sirvieran al productor para plantar, a partir de la situación además, de que si se plantaba mucho, para el mercado era peor todavía porque el mercado estando abastecido, si hay una producción grande bajan los precios.

Se planteó de parte de algunos viejos plantadores de tomate porqué no hacer tomate y participar en los planes que ya se habían empezado antes de Junagra (Junta Nacional de la Granja) que subsidiaba una parte y se armaban planes para remitir a algunas industrias, y ahí nos planteamos hacerlo en conjunto, ya no individualmente como se estaba entrando como productor, donde uno se contactaba individualmente con una fábrica u otra.

A.L. — Se dice que los productores de esta zona estaban un poco de rehenes de los precios que las plantas le pagaban por el tomate que vendían.

D.P.d.L. — No, “un poco” es poco. Estaban de rehenes.

A.L. — Estaban de rehenes en un 100%.

D.P.d.L. — Y de distintas situaciones: no sólo del precio, sino que como hacían el transporte entonces ahí también estaban de rehenes de los fleteros; y no sólo eso, muchas veces si venía alguna buena cosecha, algunas empresas, no digo todas, a mitad de la zafra decían “estamos completos, no manden más”. Eso se acordaba entre dos o tres empresas y eso hacía que todo el resto fuera al mercado y en el mercado bajaba a la mitad de precio y lo compraban para las mismas empresas.

A.L. — ¿Había un juego sucio?

D.P.d.L. — Absolutamente.

Gran cantidad de productores no plantaban más porque no estaban dispuestos a hacer manoseados, pero otros no tenían otro remedio porque era lo que sabían hacer y era lo único que tenían.

A.L. — ¿Cómo se logra el acuerdo con la planta Vulcania de la familia Pitzer?

D.P.d.L. — En principio viene por lo que fue un proceso de cuatro años. Ese primer año incluso no nos dejaban, no pudimos entrar dentro del plan de Junagra porque la mayor parte de los productores no tenían riego y se exigía tener riego.

Se hizo de todas maneras un plan piloto apoyado financieramente por Uruguay Rural, apoyado también por la Comisión Nacional de Fomento Rural y la Intendencia de Canelones y a partir de ahí se comenzó con el apoyo técnico a los productores y demás y se contrató con Pitzer para hacer trabajo a façon.

En ese primer año nosotros produjimos el tomate; lo hicimos procesar o industrializar en Pitzer; salimos a venderlo a un distribuidor una parte, ya envasado como para góndola, y el resto se vendió concentrado; parte a Pitzer y la mayor parte para Barraca Deambrosi.

A.L. — ¿Para la góndola con qué marca lo trabajaron?

D.P.d.L. — No era una marca nuestra, era una marca del distribuidor que era la marca “Doña Tita”.

Nosotros sí hicimos una pequeña cantidad (digo pequeña en cuanto a los volúmenes que se manejan en esto), con una marca propia llamada “Del productor”, pero es más bien testimonial por ahora.

Nuestro interés no es ser industriales, nuestro interés como productores es participar dentro de un esquema de producción de una cadena de tomate, fundamentalmente produciendo tomate.

Pero lo que vimos en el correr de estas experiencias; la primera zafra fue a principios de 2006, y fue esa en donde intervinieron 54 productores con una producción de 640 toneladas de tomates que procesamos en Pitzer. Ya para la segunda desde Barraca Deambrosi y desde Pitzer nos plantearon de comprarnos tomate fresco, y Barraca Deambrosi junto con la empresa Gigur y Gelfa compraron un millón de kilos que se procesó y se concentró en Pitzer. Por otro lado Pitzer procesó algo. La segunda zafra fueron 1:140.000 kilos.

Para la tercera Barraca Deambrosi nos pide más porque ellos traían una máquina para tamizar y envasar directo, entonces una parte fue para ellos; otra parte para concentrar en Pitzer (también para el mismo grupo que había comprado en año anterior) y algo para Pitzer. La tercera zafra fueron 1:400.000 kilos de tomates.

Ya al final de la primera, cuando estábamos empezando la segunda, vimos que podíamos ir hasta cierto punto, pero no había capacidad industrial para más, porque no había capacidad industrial para procesar más tomate aquí en Uruguay. Las fábricas no reponían maquinarias desde hacían muchos años puesto que no había condiciones de estabilidad económica y financiera por el dólar, etc; entonces les servía más traer el tomate importado, agregarle agua y envasar. Así se sacaban todos los problemas que había con los fletes, las discusiones con los productores, etc.

Nosotros ahí como partíamos un poco de otro aspecto que era que había que producir para poder quedarse en el campo y que eso tenía que servir para que se organizaran los productores familiares de la zona para tratar de buscar un desarrollo local, vimos que la forma era crear una relación de confianza sobre todo con la industria, y en principio nos planteamos la necesidad de poder procesar mayor cantidad, y para eso se necesitaban máquinas más potentes.

Como la experiencia de trabajo con Pitzer venía siendo muy buena, nos planteamos y empezamos a conversar con él para eso. Veíamos que el mercado lo teníamos acá; — se estaban importando 20 o 30 millones de kilos de tomates del exterior—; entonces nos planteamos algo modesto: tratar de conseguir para hacer una producción de 5 a 6 millones de kilos.

Eso a fines de 2006 lo planteamos en la Asamblea Anual donde invitamos al entonces ministro (José) Mujica y al intendente (Marcos) Carámbula y a otras autoridades, y ahí planteamos la necesidad de que para poder pasar a competir y a sustituir importaciones teníamos que tener máquinas que envasaran en aséptico en tamaño grande, para poder proveer a la industria eso que no lo podía hacer ninguna fábrica en Uruguay porque no había envasadora para eso.

A.L. — Eso implicó poner máquinas nuevas que costaron más de US$ 1:400.000 que fueron prestados ¿por la Corporación Nacional para el Desarrollo?

D.P.d.L. — Acá se divide en dos partes: una parte es lo que pone el COPRONEC y otra parte es lo que pone Vulcania.

Lo que pone Coopronec es la línea de procesado y de envasado aséptico, que eso anda en US$ 960.000. Lo que pone Vulcania en cuanto a inversión nueva de este año son unos U$S 400.000; ellos fundamentalmente ponen la caldera, la instalación de todas las máquinas en cuanto a inversión.

La financiación de esto: una parte, US$ 350.000, ha sido financiado por un subsidio a los kilos de tomate que se va en forma adelantada que pone la Junagra; otra parte, US$ 150.000, los ponen los 100 productores que tomamos un crédito de US$ 1.500 cada uno de la Corporación Nacional para el Desarrollo que fue quien puso ese crédito pero que lo asume cada productor y lo puso en COPRONEC para capitalizar.

El resto es un crédito que pone el Banco República; en principio puso un “crédito puente” la Corporación mientras que salía este crédito del República y es garantizado por un fondo de garantía hecho entre la Corporación para el Desarrollo y el Banco República.

A.L. — ¿Esta planta es la misma planta de Pitzer o es una planta totalmente nueva?

D.P.d.L. — Esto es dentro de lo que es el local de Pitzer, un galpón totalmente aparte con máquinas y calderas totalmente nuevas sólo para hacer este envasado en tanques grandes que va a sustituir lo importado.

A.L. — Esto es en Ruta 8 cerca de Pando.

D.P.d.L. — Kilómetro 25.500.

A.L. — ¿Cuándo va a estar funcionando?

D.P.d.L. — Eso está ya instalado y se están haciendo las primeras pruebas, lo único que no con tomate porque la próxima zafra ya arrancó, ya está plantado el 80% de las plantaciones; ya está trasplantado el tomate. Se van a plantar para esta fábrica, vamos a ser unos 170 productores plantando unas 110 hectáreas de tomate.

A.L. — ¿Cuándo es la zafra del tomate?

D.P.d.L. — Empieza después del 10 de enero.

A.L. — O sea que a partir del 10 de enero ya está todo pronto en la fábrica para empezar a recibir el tomate.

D.P.d.L. — Absolutamente.

Este año se piensa llegar a unos 3,5 o 4 millones de kilos y pensamos que es un salto adelante que pudimos dar.

A.L. — ¿Estos millones de kilos dónde se van a ubicar?

D.P.d.L. — Ya hemos estado haciendo algunos contactos.

Por ejemplo, hace dos años que estuvimos con el Directorio de Conaprole y tenemos una Carta de Intención de compra de Conaprole, siempre y cuando sea un producto de la calidad que ellos quieren.

El tomate va a tener esa calidad pero primero tenemos que producir algo y entregarle muestras para que las analicen.

A.L. — ¿Esta experiencia se acerca al socialismo como lo dijo Antonio Vadell del Programa Uruguay Rural del Ministerio de Agricultura?

D.P.d.L. — ¿Qué es socialismo y cuál es la discusión teórica de si se acerca o no?

Lo qué sí sabemos es que para el productor familiar de la vuelta, le significa un respaldo muy grande en cuanto a tener confianza e integrarse en una cadena de producción en la que lleva parte del valor.

Nosotros lo hemos dicho muchas veces: “¿Por qué si el precio puede subir en la góndola al público y sube al productor a veces sube al público y se le baja al productor ?”. Si se puede y sube el precio, entonces que suba para todas las partes y si baja, que baje para todas, pero no que la bajada sea siempre para el más débil.Es entrar dentro de la cadena de valor, viendo cómo a partir de esto les sirve a los productores para salir un poco de la situación en que se ha estado de extremo riesgo. Un ejemplo muy claro: desde el ’90 para acá se han ido de la zona del noreste de Canelones entre el 25% y el 30% de las familias productoras. Lo central es que el que se queda en el campo es porque le gusta el campo, porque tiene toda una cultura de vida y demás.

Es tratar de tener mejores posibilidades la familia; está enmarcado dentro de otras cosas. También tenemos por ejemplo un programa que se está haciendo en el cual se han plantado cebollas y con programas y precios comprometidos para exportar a España, adonde el año pasado exportaron dos contenedores y este año se van a exportar 20 o 25 contenedores. No es una sola cosa la que hay que hacer, hay multiplicidad de factores donde la vida de las personas es lo que importa.

A.L. — Le agradezco y les deseo buena suerte con el emprendimiento.

D.P.d.L. — Gracias por permitirme difundir un poco lo que se está haciendo.