Taller Chamangá: juegos accesibles

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El taller Chamangá elabora juegos didácticos e infantiles con materiales nobles, básicamente en madera, y que no son tóxicos para los chiquilines.Esta tarde vamos a conocer al Taller Chamangá, un emprendimiento familiar que lleva como consigna “Un mundo nuevo en juguetes”.

El emprendimiento surgió a raíz de la crisis del 2002, y para conocerlo conversaremos con los directores del Taller, Betina Canca y Enrique González.

 

 

Alejandro Landoni — Empezaron después de la crisis del año 2002. ¿Cómo fue esa situación?

Enrique González — Nos juntamos buscando una solución para enfrentar la crisis en ese entonces.

A.L. — ¿Se juntaron con otras personas?

E.G. — Con otras personas, pero nosotros dos tomamos la iniciativa de buscar una solución económica ya que estábamos los dos subempleados. A ella le dieron la información de una chacra que había quedado abandonada y ahí ocupamos el lugar con la idea de empezar a buscar una solución económica. Empieza así un poco la historia.

Después de un tiempo por intermedio de otro artesano, nos ofrece la oportunidad de aprender, con la técnica del calado, a hacer juegos didácticos, y entrar en el tema de vender en escuelas, jardines o en ferias.

A.L. — ¿Eso era para complementar la actividad que ustedes tenían en esa chacra?

Betina Canca — Sí.

E.G. — Empezamos el tema de plantar y no daba. La realidad era más exigente de lo que nosotros podíamos producir.

En eso aparece Lucía en nuestras vidas y se nos exigía más buscar soluciones económicas.

A.L. — ¿Quién es Lucía?

E.G. — Nuestra nena.

Luis Gabriel es también hijo de Betina, también estaba con nosotros en ese momento, entonces la parte agraria no nos solventaba la situación económica.

Un compañero, — un artesano argentino —, nos ofreció aprender el trabajo, nos enganchamos en eso y de ahí surge el tema de hoy en día, el Taller Chamangá.

A.L. — ¿O sea que empezó como una salida ante la situación de la crisis y empezó concretamente con una técnica particular que es a través de esta máquina que se llama caladora?

E.G. — Sí.

A.L. — ¿Por qué decidieron hacer juegos para niños? ¿O al principio hacían otro tipo de cosas?

B.C. — No, surgió esa propuesta de este compañero y nos parecía que era una linda experiencia.

Era una propuesta diferente donde podíamos trasladar una filosofía de vida — que era lo que nosotros estábamos tratando de pelear —; no solamente resistir ante la crisis, sino también tener una coherencia a la hora de trabajar.

La producción de la huerta orgánica no era suficiente para poder sobrevivir, entonces cuando surgió esta propuesta de trabajo, de enseñarnos para que nosotros pudiéramos tener más independencia económica, nos pareció válida porque nos daba una independencia en cuanto a horarios, en cuanto a trabajo. No depender de un patrón que era lo que nosotros queríamos mantener, y nos iba a dar esa libertad de trabajar en algo que nos gustó y nos sigue gustando.

Un poco se resume en eso.

A.L. — ¿Empezaron con una vieja máquina de la década del ’50 para trabajar?

E.G. — Sí.

A.L. — ¿Cómo fue esa experiencia?

B.C. — Fue la primera máquina que pudimos tener.

Un día haciendo una feria en Las Piedras que se hace en la tarde; él había ido a calar porque al no tener caladora tenía que ir a 8 kilómetros en bicicleta todos los días.

A.L. — ¿Ocho de ida y ocho kilómetros de vuelta?

B.C. — Sí, todos los días.

A.L. — ¿Y a su vez cargando las maderas?

E.G. — No, sólo la bicicleta y los problemas.

A.L. — Pedaleando con los problemas.

¿Y a la vuelta cuando ya tenía las piezas, dónde las dejaba?

E.G. — No, a la vuelta me las traía, pero no era una gran cantidad.

A.L. — Eran piezas chicas.

E.G. — Eran piezas chicas y el calado era compartido, porque él me prestaba la máquina que tenía y él producía y yo producía, pero claro, la producción mía era mínima.

Toda una parte de aprendizaje y de mucho cuidado y mucha atención que hoy en día no tiene mucho que ver con lo que produzco.

B.C. — Y bueno, yo estaba en la feria ese día con mis hijos — porque también está eso, no teníamos con quién dejarlos —.

A.L. — ¿Lucía era una bebita?

B.C. — Bebita de meses y Gabriel tendría unos seis años y me acuerdo que era sábado y estábamos en la feria. Habíamos hecho en la mañana Las Piedras y no habíamos vendido nada; también teníamos unos cuadros — nosotros vendíamos copias de pintores, de artistas — que eran de vidrio (él los preparaba con vidrio); que ese era como un “caballito de batalla que teníamos”. Entonces, teníamos Barradas, Cúneo, Figari y que pesaban, entonces él lo ponía en una caja debajo del cochecito de la nena y algunas cosas que él había empezado a hacer atrás. Ella iba sentadita y con todo eso… era una lucha, además los bolsos porque yo llevaba en recipientes la comida de los chicos y la bebida…

A.L. — Los pañales.

B.C. — Los pañales. Agua para lavarla. Era un triunfo poder subir y bajar del ómnibus.

Me acuerdo que nos llevaron unos compañeros feriantes, porque se da eso trabajando en la calle; recuerdo que me llevó a mí y a los gurises hasta la otra feria que comenzaba de tarde, y yo no tenía un lugar fijo ni siquiera al lado de la fruta y de la verdura. Porque por ejemplo estar en el Parque Posadas al lado de la fruta y de la verdura era un lujo… Enrique iba a armar después que pasaba el inspector…

A.L. — Porque no tenían el permiso, claro.

B.C. — Es difícil de conseguir los permisos. Tenía que irme a la periferia y todos ya sabemos lo qué es la periferia. Es al final y hay de todo, y ahí estaba yo con mis cuadros de Figari y Barradas, los juguetes y los gurises, y bueno al final de la feria, era un día de calor, de sol fuertísimo, me puse a conversar con un señor (que no me olvido más) que junta de la basura porque vive de eso y allí encuentra de todo. Hay gente que tira cosas que a otros sí les sirve y entonces no es basura.

Recuerdo que me hizo el cuento… él vendía ahí esas cositas que podía recuperar de los canastos y de los contenedores y me comentó que había conocido a alguien que en Las Piedras también que tenía una caladora de los años ’50, que hacía juguetes por esa época y había fallecido. Coordinamos — porque ni él ni yo teníamos teléfono ni tampoco celular en ese momento —, para encontrarnos en la semana en la mañana en Las Piedras.

Enrique fue y fue así, nos encontramos y esta persona lo llevó hasta esa casa y fue así como…

A.L. — Como accedieron a la primera caladora.

B.C. — Que de palabra nos guardaron, porque no teníamos en ese momento el dinero que eran $ 500.

A.L. — ¿En qué año era esto?

B.C. — En el 2004.

E.G. — 2004 o 2005.

B.C. — Sí, no recuerdo exacta la fecha y así fue como nos hicimos de la primera caladora que nos costó…

E.G. — $ 1.200.

B.C. — $ 1.200 que fuiste y la señaste con $ 500.

E.G. — Sí.

B.C. — Y fue toda una lucha conseguir esa primera caladora.

A.L. — Hoy el Taller Chamangá confecciona todo tipo de juegos infantiles, siempre manteniendo esa filosofía de vida: son juegos didácticos, no son bélicos y están hechos con materiales nobles, materiales que no son tóxicos para los niños.

El Taller Chamangá está ubicado en el Montevideo Rural y nos han traído un catálogo realmente muy bonito, con muchísimas ilustraciones a todo color de todos los tipos de juegos que están realizando en este momento.

¿Cuál es el fuerte de los juegos que están realizando?

B.C. — Hay épocas con respecto a los juegos.

Hay temporadas en que se venden más los didácticos. Ahora hay como un modismo y hay mucha demanda, nos solicitan muchísimo los juegos de exteriores, cosa que incorporamos hace dos años.

A.L. — Son esos juegos como esa suerte de casitas que están levantadas sobre pilares, tienen techo a dos aguas y que tienen como un caminito o pasillo para que los niños jueguen con tobogán, con hamacas hechas en madera ¿de eucaliptus?

E.G. — Sí.

B.C. — Si lo quieren de otra madera, también se puede hacer.

A.L. — Hay incluso una muy bonita que en vez de ser una casa, es como un barco que tiene varios toboganes y tiene también esos puentes como pasadizos con cuerdas y redes, escaleras… realmente están muy lindos.

Esos son los juegos grandes que tienen, son para varios niños a la vez.

B.C. — Sí.

A.L. — ¿No se echa a perder esa madera?

¿Cómo se llama ese producto que es que es tóxico?

B.C. — CCA.

Nosotros no trabajamos con ese producto. Es algo que siempre le decimos a todos nuestros clientes y a los que no son. La madera tratada con CCA es cancerígena y el sólo contacto de las manos de los niños produce cáncer de vejiga, de pulmón, riñón, etc. y contamina el suelo.

A.L. — Hay que tener cuidado.

B.C. — Y no utilizamos. Durante muchos años por desconocimiento… a veces las directoras solicitaban a Antel o a UTE si les donaba alguno de esos puntales que se utilizaban para el cableado.

A.L. — ¿Los de las columnas?

B.C. — Los de las columnas.

A.L. — Esas que son verdes.

B.C. — Exactamente; tienen ese producto y por eso quedan con ese color, para hacer con los padres o la Comisión de Fomento algunos juegos.

Ese color que tiene esa madera es justamente porque tiene ese producto químico que es cancerígeno.

De todos modos, hay empresas que lo utilizan y es lamentable que de todos modos hay gente que lo quiere. A ellos les decimos que no trabajamos con CCA porque para nosotros es más importante la integridad física de los niños que la durabilidad de un juego.

A.L. — Estos juegos que están pintados en forma muy colorida, pero sin CCA, ¿cuánto duran más o menos?

B.C. — Depende de la madera, si es con eucaliptus, con curupay o con una madera más dura, nosotros le hacemos un proceso natural y lo que va bajo de tierra también se le pone un producto que es Asfalcote, y después la pintura y un protector de madera.

Y como todo lo que sea madera, una vez al año hay que hacerle un mantenimiento.

Si es una puerta o una ventana de exterior, se le hace una vez al año un mantenimiento y eso es lo que tienen que hacer si quieren durabilidad o si piensan en durabilidad. Lamentablemente hay gente que todavía tiene otros…

A.L. — Otra manera de ver las cosas.

B.C. — Sí.

A.L. — No sólo tienen juegos grandes, sino que también tienen juegos chicos.
Nos han traído para mostrarnos unos puzzles con volumen. Tienen distintos colores y son también para niños, algunos para más chiquitos y otros para niños un poco más grandes porque son más complicados de armar. Estos son juegos de mesa más chicos.
También tienen toda la parte de las sillas, de las mesas, de las pizarras, de los atriles…

B.C. — El mobiliario.

A.L. — Realmente una infinidad de artículos hechos en madera.
¿Cómo están las ventas en este momento? ¿Cómo viene el Taller Chamangá a nivel de ventas?

B.C. — Hemos tenido… hemos crecido por mucho esfuerzo, por mucho sacrificio y también por mucho apoyo que hemos recibido.

A.L. — ¿Apoyo de quiénes por ejemplo?

B.C. — Por ejemplo Gramín que ha apoyado también a Uruguay desde el comienzo.

A.L. — El Banco Gramín es un “Banco de los pobres”.

B.C. — Sí.

A.L. — Aquella vieja concepción de Mohamed Yunus que sobre el microcrédito, justamente para ayudar a emprendedores a los cuales a veces les falta ese capital inicial, ese capital de giro para llevar adelante su emprendimiento.

B.C. — El MIDES también. A partir de ahí fue que empezamos a crecer más porque podíamos elaborar más productos. Con el apoyo del MIDES fue que compramos…

E.G. — La máquina combinada que es la que nos permite trabajar, hacer la parte de carpintería.

A.L. — ¿Qué es una máquina combinada?

E.G. — Es de carpintería y tiene para cortar, cepillar la madera; tiene varias funciones y para la parte de carpintería a nosotros nos abrió un abanico impresionante.

B.C. — Además, el tiempo.
Él antes cortaba y cepillaba la madera — que eso también era un costo más —; traer la madera (nosotros no teníamos vehículo en ese momento), y vivimos a 3 kilómetros de Ciudad de La Paz, en bicicleta a casa para poder armarla.
Ahora, esto nos permitió comprar directamente, comprar por cantidad la madera, conseguir un mejor precio y elaborarla nosotros.
A los que no nos apoyaron también les agradecemos. Siempre lo decimos porque nos da fuerza.

A.L. — Los que quieran comunicarse con ustedes para acceder a los productos, ¿cómo pueden hacer?

B.C. — Nosotros no tenemos todavía un local de venta, de comercialización.

A.L. — ¿Dónde venden? ¿A través de qué sistema?

B.C. — Personalizado. Vamos y visitamos al cliente así sea un comercio — que son muy pocos —; tienen que tener un perfil similar al nuestro para que aceptemos. Hemos tenido propuestas interesantes de jugueterías importantes y no hemos aceptado.

A.L. — ¿Por qué?

B.C. — Porque te piden muchísima cantidad y te piden un precio, y considero que es como desvalorizar mi trabajo si yo les vendo a ellos porque están acostumbrados a comprar o a importar productos chinos, y mi trabajo vale.

A.L. — ¿Se desvaloriza el trabajo porque piden un precio que en realidad no es accesible con lo que ustedes hacen porque les intentan bajarles los precios?

E.G. — Sí, es un poco el tema. Aparte ellos después le marcan mucho más por la característica del juego, porque en el mercado no hay, entonces le marcan mucho más por la exclusividad del juego.

A.L. — Así que lo venden caro pero a ustedes tratan de comprárselo barato.

B.C. — Y no es accesible al público. Es lamentable pero la gente que compra un material didáctico, un encastre, un enhebrado… no es la gente con poder adquisitivo bajo. Ellos por un tema económico tienen que acceder a un juguete chino y nuestra propuesta siempre fue “Vamos a hacer esto, pero que sea accesible a todo el mundo”.
Cuando hacemos determinada feria, por ejemplo si hacemos la Feria La Criolla, nosotros vendemos a un precio y si hacemos una feria en Trouville es otro el criterio, porque ahí van personas con poder adquisitivo y ahí puedo de repente compensar esa baja que hice en una feria de Colón o de Peñarol, para que otras personas también tengan la posibilidad de adquirir esto y que no solamente esté en las manos de los niños de clase media o de clase media-alta, y que también pueda llegar a la mano de todos los niños.

A.L. — ¿En qué ferias se los puede ubicar para aquellos oyentes que estén interesados?

B.C. — Ahora, en diciembre vamos a hacer la Feria de la Unión de Productores del Uruguay, que se hace desde el 12 de diciembre al 24 de diciembre inclusive a partir de las 17 de la tarde hasta la 1 de la mañana.
Es una feria que está paralela a la de Ideas +. Se hace en la misma fecha y está paralela al lago inclusive.
Ya hace unos años que empezó esa feria y es muy concurrida.

A.L. — ¿En dónde concretamente?

B.C. — En el Parque Rodó, frente al Casino.

B.C. — Y vamos a estar en diciembre.
Pensamos ir a La Paloma como fuimos este año, pero todavía no sabemos porque no está confirmado… esperemos que sí.
Nosotros en realidad, hacemos tres o cuatro ferias al año.

A.L. — ¿Tienen algún teléfono para ubicarlos?

B.C. — Sí, 2277701 o 094120421.

A.L. — El Taller Chamangá también está impulsando una idea bien interesante que es concebir una plaza para niños y niñas con capacidades diferentes, incluso para aquellos que tengan problemas visuales o sean no videntes. Cuando hablo de concebir, no sólo hablo de los juegos sino que también hablo de que los niños puedan acceder incluso con silla de ruedas a esa plaza.
¿Cómo viene esa idea y con quién la están trabajando?

B.C. — La estamos trabajando con un diseñador joven que nos ha estado apoyando, Javier Bornio y la estamos trabajando con el Centro de Promoción por la Dignidad Humana (CEPRODIH).

A.L. — ¿Qué es CEPRODIH?

B.C. — Es una organización que apoya a mujeres víctimas de violencia doméstica.
Nosotros le hicimos la propuesta de que queríamos llevar adelante esta idea, todavía es una idea, porque no hay en Montevideo — y porque estuvimos buscando información en América del Sur—; un lugar con estas características, un espacio recreativo para todos los niños de verdad.
Hoy día si una mamá tiene un nene con una discapacidad física, en una silla de ruedas, si quiere ir a una plaza para que el chiquito tome sol o aire, no puede porque no hay una rampa para que pueda ella subir con facilidad en la silla de ruedas.
Los juegos están armados y diagramados para niños que no tengan discapacidad física, pero ¿qué pasa con los que sí tienen?
Una de las cosas que a mí me motiva y siempre trato de transmitir es la sensación de hamacarse, es una sensación de libertad más hermosa que tenemos cuando somos niños. ¿Por qué un niño que está en una silla de ruedas no puede? Hay hamacas, existen hamacas donde se puede incorporar la silla de ruedas y así ellos poder sentir esa sensación. ¿Pero por qué no hay un espacio así?
Entonces digo, “Vamos a llevarlo adelante y trabajar para eso” y es lo que estamos tratando de hacer.
Por ejemplo, juegos para niños no videntes con el Sistema Braille. Hacerlos en madera para que ellos puedan jugar. Hay unos Tatetí enormes, se me ocurre ahora, para que ellos puedan jugar, que son en escala, son grandes y que pueden ir a esa plaza todos los niños de verdad; porque a las plazas que hay hoy en Montevideo no pueden ir todos.

3 Comentarios

    • Hola Claudia, para entrar en contacto con el Taller Chaamangá puedes llamar al 094 120 421 o al 2323 8256 de parte de Producción Nacional.
      Saludos!

  1. Estamos hace meses intentando comunicarnos con alguien de Taller Chamangá, a estos mismos números que están publicados en el artículo, pero no lo logramos. Hay algún otro que uds conozcan???
    Desde ya muchas gracias.

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