Jaime Mezzera plantea que aunque haya crecimiento económico, el flujo emigratorio continuará en Uruguay hasta que no mejore sustantivamente la remuneración de los trabajadores.
Con el economista Jaime Mezzera, coautor del libro «Sur, migración y después».
El economista Jaime Mezzera, coautor del libro “Sur, migración y después”, plantea que aunque haya crecimiento económico y baja del desempleo, el flujo emigratorio continuará en Uruguay hasta que no mejore sustantivamente la remuneración de los trabajadores. La única salida posible, según Mezzera, es que el país aumente sus niveles de inversión en producción industrial, para exportar no solo lo que “sale del suelo”, sino fundamentalmente, trabajo uruguayo.
Entrevista emitida el martes 14/04/09 en Producción Nacional — 1410 AM LIBRE
Entre los años 2000 y 2006 el 55% de los uruguayos que emigraron fueron jóvenes de entre 20 y 29 años. Esta cifra es alta y preocupante si tomamos en cuenta que este sector de la población representa sólo el 30% del total de los uruguayos.
Estos números han demostrado además, que el crecimiento económico en algunos años espectacular que tuvo el Uruguay, no frenó la emigración. Entre el año 1996 y el año 2004 emigraron unos 100.000 uruguayos, solamente en 2006 se fueron 17.500 y en 2007 unos 16.600. El hecho de que el crecimiento económico y el bajo nivel del desempleo no haya detenido el flujo migratorio sorprendió a mucha gente, pero algunos analistas ya lo venían constatando desde hacía mucho tiempo que no tenían tanta relación ambos aspectos.
Alejandro Landoni — ¿Por dónde anduvo esos 30 años?
Jaime Mezzera — Anduve principalmente en Chile, Estados Unidos y en Brasil, lo que pasa que trabajar en el Programa Regional de Empleo en Chile me obligó a trabajar en toda América Latina.
Me tocó trabajar en todas las capitales de América Latina, y ahí uno se encuentra con muchas cosas que fueron muy útiles para entender cómo aunque el país crece y baja la tasa de desempleo, la gente se sigue yendo. La verdad es que para los economistas laborales ésto es algo que se develó hace 40 años. En los años 60’, muchos de nosotros nos preguntábamos: “¿por qué la gente migra de los lugares donde hay poco desempleo a otros que hay mucho?”
A.L. — Al revés de lo que uno podría pensar.
J.M. — En los años 50’ y 60’ había una cantidad de teorías estúpidas que hablaban de las “luces de la ciudad”, refiriéndose a que la gente emigraba engañada, lo cual era un insulto. Pero, también hubo un par de economistas —Michael Todaro y John Harris—, que estudiando África se hicieron esa pregunta y encontraron una excelente respuesta.
La gente calcula cuánto puede ganar a lo largo del año: “si yo estoy acá y gano 10, trabajando 12 meses por año hago 120 en total, pero me puedo ir a otro lado donde gano 20, bueno… con que trabaje más de seis meses ya salgo ganando”. La formulación técnica de eso es que “el ingreso esperado se calcula como un ingreso afectado por la probabilidad de obtener un empleo” en fin, eso no es lo que hacen los campesinos.
Los campesinos hablan con otros y ellos le dicen: “allá podés ganar el doble”, “y si bien a veces no consigo trabajo; la mayor parte de las veces, sí”. Con eso le alcanza al individuo para darse cuenta que si migra va a tener más ingreso a lo largo del año, a pesar de que la tasa de desempleo sea más grande.
A.L. — A veces se piensa por ejemplo que uno tiene más ingresos pero también tiene más egresos. ¿Eso no estaría en los cálculos de esas personas que emigran?
J.M. — Sí, estamos hablando de ingresos reales. Por supuesto que el campesino tampoco calcula ingresos reales, pero sí ve que su primo que trabajaba en el campo de al lado y que se fue a la capital, lo pasa mucho mejor que él.
Eso que ya era verdad en África de los años 60’, es mucho más verdad en el Uruguay del siglo XXI, donde los chicos que quieren emigrar, se meten en un Ciber Café y pueden llegar a ver el barrio donde quieren ir a trabajar en Minnesota o en Zaragoza. La facilidad de comunicación y la baja enorme que han tenido los costos de los pasajes internacionales en los últimos 30 o 40 años, hace que incluso se tenga que considerar que para los jóvenes en este momento pasar un tiempo trabajando afuera es una opción entre muchas, sobre todo si el chico está tres, cuatro o cinco años y vuelve mucho más capacitado, con una gama de experiencias que no tendría si se hubiera quedado en casa. Es parte del envejecimiento de la población y sobre eso hablan los tres libros “Importante pero urgente”; “Nacer, crecer y envejecer”; “Sur, migración y después”.
A.L. — Todas son propuestas concretas sobre políticas de población. Son libros que están editados por Juan José Calvo, un especialista en estos temas, economista especializado en Demografía.
J.M. — El primer libro, “Importante pero urgente”, fue un poco general y en el fondo daba ciertas puntas por dónde empezar a desarrollar políticas. Todos tienen “la cosa política” pero del primero al segundo y del segundo al tercero vamos entrando cada vez más en propuestas concretas.
A.L. — Es brutal la cantidad de jóvenes que se fue: entre 2000 y 2006 más de la mitad de los uruguayos que emigraron eran jóvenes entre 20 y 29 años en un país que crece poco, si es que crece algo.
J.M. — En este momento no está creciendo nada por la emigración y le voy a decir por qué, pues son pequeños datos que conseguí en mi vida de relación. Tengo hijos que viven en Chile; tengo una mujer brasilera y ella tiene un hijo en Estados Unidos. Comparando estos cuatro países, me encontré, en el momento en el que estábamos escribiendo, que el salario mínimo en Uruguay era de $ 3.400 y el dólar valía $ 20. Un salario mínimo era US$ 170; en Estados Unidos es muy variable porque es distinto por Estado, pero la media son US$ 7 la hora. Entonces, la gente dice: “Sí, pero los que se van a EE.UU trabajan como mulas, no tienen vacaciones”.
Vamos a ver: a US$ 7 la hora trabajando como trabajamos acá, 44 horas por semana y tomando 4 semanas de vacaciones en el año, —o sea, trabajando 48 semanas—, eso da algo más de US$ 1.200 que comparan con los US$ 170 de un salario mínimo de acá, y no hay cuento de diferencia de precios que valga, porque lo que uno tiene de servicios de alta calidad básicos (salud y educación gratuitos, transporte relativamente barato, servicios públicos relativamente baratos), hace que en el fondo el costo de vida en países desarrollados no sea mucho más que acá.
El cálculo de US$ 170 contra US$ 1.200 es válido, pero si se van a España, ganan más que eso, y si consiguen llegar a Luxemburgo el salario mínimo allí son 1.600 euros al mes contra US$ 170 acá. Una vez que tenía ese dato me dije: “¿Y qué pasa en la otra punta de la distribución de capacidades y de ingresos?”
Entonces, comparé médicos. Un médico en Brasil cobra alrededor de US$ 350 la media hora de consulta, y un médico de primera línea en Uruguay cobra U$S 75. Entonces, ya que tenía las dos puntas: el salario mínimo y los profesionales más calificados establecidos, me propuse encontrar algo intermedio. Anduve preguntando y descubrí que los taxistas de Montevideo se quedan con alrededor del 20% de lo que produce el taxi, pero en Brasil, Chile y Perú se quedan con entre el 40 y el 50% de lo que produce el taxi.
Entonces, nuestros trabajadores están muy mal pagos, y los ricos del Uruguay son muy poco ricos en comparación con los ricos reales de cualquier otro lado de América Latina. Entonces, no ganan bien los trabajadores y no ganan bien los ricos que probablemente son empresarios.
¿Qué pasa? La respuesta de eso, que es la razón por la cual en ese libro se proponen medidas económicas para frenar la emigración, es que todos ganamos mal en este país porque aquí se invierte muy poco. Desde que hay estadísticas confiables (30 o 35 años), la tasa de inversión en el Uruguay rara vez pasa del 12% o 13% del Producto Bruto Interno (PBI).