Soborno en el fútbol profesional

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Diego Jaume en el Hércules. Eran momentos felices.

El ex futbolista uruguayo Diego Jaume relata un caso de corrupción que le tocó vivir en 2008 en el fútbol español.

Era la última fecha del campeonato de Segunda División español, a mediados de junio de 2008. El Hércules quedaba quinto en la tabla y el último partido lo jugaba contra el Cádiz, que si perdía descendía. El equipo rival ofreció a los jugadores del Hércules pagarles por perder, y los jugadores, con sólo dos votos en contra –uno de ellos de Jaume-, resolvieron aceptar el soborno.

En la siguiente entrevista, Diego Jaume relata ese episodio y otros avatares que debe vivir un futbolista durante su carrera. Con 35 años, Jaume cuenta cómo es ahora su vida, viviendo en una chacra en Sauce, dedicado a la vida de campo y con perspectivas de dedicarse al entrenamiento de fútbol en divisiones inferiores.

Unos 5.000 jóvenes integran las Divisionales Juveniles de los clubes profesionales que están registrados en la Asociación Uruguaya de Fútbol, según las cifras oficiales.

La autoridades admiten que sobre esta población “no hay diagnósticos; no hay información consistente y no hay relevamientos de datos básicos para tomar decisiones”. Esto lo dijo, aquí en Producción Nacional el propio Director Nacional de Deportes Fernando Cáceres.

Lo que se sí se sabe, lamentablemente, es que el 95% de los que empiezan a jugar al fútbol en estos cuadros, nunca llegarán a jugar en Primera División, y tan sólo uno de cada 200 logrará el ansiado pase al exterior que le “salva la vida”. Este dato lo dio Pedro Larroque en el lanzamiento del Programa “Un Gol al futuro”.

Sobre estos futbolistas también se sabe que la mayor parte de estos jóvenes terminó la escuela, el 90%, pero la mayoría abandona sus estudios o no hace ninguna Escuela Técnica tampoco, y muchos dejan de estudiar porque están jugando al fútbol.

Sobre este punto, el coordinador de Juveniles de Defensor Juan Autchain señaló que “hay un choque permanente con las instituciones educativas a la hora de coordinar la asistencia de los menores que juegan al fútbol”. La asistente social de Danubio, María Inés Firpo, fue más allá y señaló que “hay Directores de Liceos que no son flexibles porque tienen el preconcepto que los futbolistas siempre terminan abandonando los estudios”.Incluso, el presidente de las Divisionales Formativas de Danubio, Daniel Lindner — ahora creo que no es más presidente —, apuntó a los padres, diciendo que: “a veces a los padres no les interesa que el chiquilín estudie”.

Con todos estos datos vamos a cerrar este Ciclo denominado “M´hijo, el futbolista” con Diego Jaume, un ex jugador de fútbol que dejó de jugar al fútbol hace muy poco tiempo.

Jaume es uruguayo y holandés, tuvo que vivir exiliado con su familia en Holanda, durante dictadura militar.

En el fútbol profesional debutó en Huracán Buceo, jugó en Bella Vista, luego pasó al Numancia en España, volvió a Uruguay para jugar primero en Defensor y después en Nacional, y terminó su carrera también en España, en el Hércules de Alicante.

Alejandro Landoni — En el Hércules le ofrecieron seguir pero usted dijo que estaba cansado del ambiente del fútbol.

Diego Jaume — Es así. El contrato terminó en julio de 2008 (hace un año) y tenía oferta para seguir en el Hércules. Vine al Uruguay y enseguida me llamó Martín Lasarte para ir a Danubio, pero en concreto el Hércules quería que renovara un año más con opción a otro, hasta el 2010 y la verdad es que las situaciones se fueron dando y si bien no lo hice público, lo comenté en una nota en TV Ciudad con (Mario) Bardanca.

Al irme de Nacional fue como retirarme. Tuve un año muy bueno a nivel deportivo; fue excelente, trabajé todo el año; tuve muy pocas lesiones y tuve la suerte de convertir unos cuantos goles, y la verdad es que me fue muy bien.

A.L. — Se transformó un poco en un referente ¿no?Como fue en Defensor también cuando pasó a Nacional.

Diego Jaume

D.J. — Exactamente. Pero faltando dos fechas tuve un choque muy grande con todo el plantel del Hércules porque nos ofrecieron un dinero para empatar contra el equipo que íbamos a jugar; después parece que era para perder. Ya cuando nos ofrecieron dinero para empatar, yo comencé con el problema.

Era el Cádiz el equipo que nos ofreció… jugábamos la última fecha contra ellos y nosotros no nos jugábamos nada. Habíamos quedado quintos, era la última fecha y no teníamos chance de ascender ni de descender, y el Cádiz si no nos ganaba, tenía posibilidades de descender.

Nos ofreció plata primero por empatar, y después necesitaba el triunfo, pero yo ya cuando se contempló la posibilidad… De 25 jugadores sólo dos votamos en contra y de nosotros dos el otro jugador optó por hacerse el lesionado y no jugar. (Nota de redacción: El partido Hércules – Cádiz se jugó el 15 de junio de 2008 y correspondió a la última fecha del Campeonato 2007-2008 de la Segunda División Profesional española).

Ahí me enfrenté a todos mis compañeros y fue como “la gota que desbordó el vaso”.

A.L. — ¡Es brutal! Les hicieron la propuesta para que fueran a menos y el plantel hizo una reunión con votación y todo.

D.J. — Exactamente.

A.L. — ¿Es frecuente eso en el fútbol?

D.J. — A mí me ofrecieron para ir a ganar acá en Uruguay y en España, en otro lugar. Ese mismo año, la Real Sociedad nos ofreció dinero jugando contra Málaga, nosotros (el Hércules) contra Málaga, y ganamos 4 a 3. Fue muy comentado, porque íbamos perdiendo 3 a 1 en el primer tiempo y lo dimos vuelta, pero yo siempre digo: el jugador cuando sale a ganar, aunque le den un millón de dólares, no va a cambiar el resultado.

En un momento se me cuestionó, “aceptás para ganar y para perder no”. Éticamente se me puede cuestionar si está bien o si está mal porque recibís dinero de otro equipo, pero no ataca mis principios en la cancha. Yo entro a una cancha a ganar, nunca a empatar o a perder. Puedo empatar o perder, pero nunca con el preconcepto antes de empezar el partido, de tener que empatar o de tener que perder. Ganar es mi principio de juego. No va en contra.

Éticamente está mal y hay países que lo penalizan. Está claro que está mal. Pero nunca me había pasado en mi vida que me ofrecieran dinero para empatar o perder.

Para mí fue un choque muy grande; mis dos últimas semanas no me hablé con casi ningún compañero, es más, terminé mal con casi todos.

A.L. — Al final, ¿cómo salió ese partido?

D.J. — Erró un penal: le hicieron un penal, el Cádiz lo erró en la hora y descendieron. ¡Increíble!

A.L. — ¿No le embocaron al arco?

D.J. — No le embocaron al arco y terminó el partido.

Yo ni fui a la cancha. Fui muy honesto con todos y les dije que iba a hablar con el entrenador que me había llevado a España y fue un poco como mi padre futbolístico en España, que fue Andoni Goikoetxea. Es un vasco que me llevó a Numancia y después me llamó casi todos los años que estuve acá, que quería que fuera, y ese último año coincidió que él agarró el Hércules y yo había tenido mis diferencias con Carreño en Nacional, y me fui.

Y le fui a plantear lo que me pasaba, pero antes les dije a mis compañeros que iba a planteárselo porque yo no me pensaba hacer el lesionado.

A.L. — ¿Y el técnico sabía?

D.J. — El técnico suponía, pero a mí me sorprendió que el técnico no se enfrentara al equipo. Dijo como que él no podía enfrentarse a todos.

A mí un poco me decepcionó porque me la jugué en decírselo a él, primero les dije a mis compañeros porque no pensaba hacerme el lesionado, pero ellos me propusieron que yo jugara y que ellos jugaran a perder y yo a ganar, cosa que…

A.L. — Era imposible.

D.J. — En mi cabeza no entraba. Fue un lío bastante grande esas últimas semanas y no sé si hubiese renovado, pero fue la gota…

A.L. — Es difícil la decisión que tienen que tomar cuando llaman a los futbolistas y tienen que salir corriendo para ir a trabajar y a vivir a otro país. En su caso, usted no quiso renovar por más que tenía la posibilidad en España y se volvió para Uruguay. Usted tiene familia e hijos, ¿cuántos hijos tiene?

D.J. — Cuatro hijos.

A.L. — ¿Cómo es eso de mudarse a otro país?

D.J. — Es complicado. Soy un tipo al que le gusta mucho la estabilidad, y soy una persona que me aferro mucho y me encariño con los lugares; soy de echar raíces. Hay gente que es más nómade, que le gusta más el ir y venir. A mí me gusta más la rutina, disfruto mucho con mi rutina, con mi lugar.

Me tocó estar 12 años fuera del país; siete de exilio militar impuesto y cinco de exilio futbolístico querido, por decirlo de alguna forma.De mis 35 años fueron 12 que viví en Europa. Son bastantes años que estuve afuera y cuando volví a Defensor yo tenía dos años más de contrato con Numancia, pero nunca prioricé lo económico ante mis desafíos humanos o mis necesidades humanas.

Vengo de una familia donde nunca sobró el dinero y nunca faltó, pero que no fue eso de “Mi hijo va a ser futbolista para salvarse” o, “Mi hijo va a ser futbolista para salvarnos o para que haga plata”. No. Se estudió, se hizo la UTU, el concepto del dinero no era una prioridad; todo lo contrario, creo que se cuestionó mucho la parte económica como principio, sino como parte de vida porque lógicamente es necesaria.

Después del pase a Numancia está claro que uno hace una diferencia esos cuatro años y me manejé con otras prioridades.

Hablando con compañeros en la Selección Uruguaya, que mucho no entendían porqué yo no iba a los lugares con más dinero, sino que iba a lugares que creía que un poco juntaba mi forma de ser…

A.L. — O sea que ante un contrato no miraba solamente lo qué iba a cobrar a fin de mes, sino que buscaba otras cosas.

D.J. — Exactamente.

A.L. — ¿Por ejemplo?

D.J. — Dónde iba a vivir, el tipo de ciudad, porque a mí me gusta más pueblo o ciudades chicas.

A.L. — ¿Una decisión que compartía con su señora?

D.J. — Sí, y a veces con mis padres pero sobre todo la decisión la tomé con mi señora que nos fuimos siendo novios. Nos fuimos ennoviados cuando yo estaba en Bella Vista… fue muy de golpe.El primer pase no lo elaboré; salimos.

Surgió la oportunidad; yo no era el Grupo Casal, — que acá todos sabemos cómo se maneja el fútbol uruguayo — ahora se amplió un poco más el espectro, está Fonseca, está el Grupo Paolo, hay más. En la época que yo jugué, Europa era Casal. Era muy difícil salir si no eras del grupo de Casal.

A mí nunca me interesó. No tuve problemas, pero tampoco tuve amistades. No me seducía que me representara, entonces un día surgió con Héctor “Pichón” Núñez, que tengo hasta el día de hoy una muy linda relación, y tuve una sola oportunidad y me fui, no lo dudé.

Después cuando ya te hacés un nombre tanto en España como acá si podés manejarlo

Hasta el día de hoy podría estar jugando al fútbol; mi opción fue no jugar más al fútbol. No me dejó el fútbol sino que decidí dejarlo, por lo que le comentaba y varias cosas más.

Es verdad, es todo un tema tus hijos, tu mujer se asientan. Cuando volví a Defensor nos fuimos a vivir a la chacra; mi mujer es profesora de gimnasia aeróbica; mis gurises van a la escuela. A mí me costaba mucho mover toda esa “infra” humana general.

A.L. — Y en España que se habla el mismo idioma.

D.J. — Sí.

A.L. — Ahora está saliendo mucho el fútbol griego; los que van a China, los que van a Turquía y ahí a no ser que hable inglés, debe de ser complicado.

D.J. — Estoy de acuerdo. Tuve la posibilidad de ir a China cuando cumplí 23 años y no agarré. Estando en Huracán fuimos en una gira a China y me ofrecieron quedarme. Después estando en Nacional tuve una oferta de Qatar estando en Nacional y tampoco me fui. Era mucho dinero pero si eran dos meses podría haber ido, pero al final no eran dos meses y se complicó.

China o lugares lejanos me parece que después tiene un costo que no lo recuperas. Soy una persona que creo que hay momentos y hay etapas que hay que respetar y defender a muerte, porque sino después no se recuperan.Creo que eso tiene un costo grande.

A.L. — Nuestro invitado es un hombre que sostuvo que “El entorno del fútbol va contra mis principios” y que “el fútbol de élite está marcado por un mundo superficial, por lo que genera el dinero”, según declaró al diario español “Las Provincias”.

Y con respecto al tema de la educación de sus hijos dijo: “Las ciudades primer mundistas con tanto avance tecnológico afectan lo humano”, según dijo al diario El País el 15 de febrero de este año.

¿Quizás por esto, usted vive en una chacra con su familia? ¿A qué se dedica?

D.J. — Sacó frases que creo que marcan bien mi personalidad. Le embocó en las cosas que me tocaron mucho de cerca por lo que me tocó vivir.

Paradójicamente me tocó afrontar una vida de futbolista de élite y enmarcado en un mundo de mucho dinero. En España se manejaban… no solamente el dinero, sino lo que uno representaba: desde al auto que uno usaba, la ropa que uno usaba; todo eso estaba enmarcado y era un poco el prototipo del jugador de Primera División de España. Lo mismo Nacional; Defensor es distinto.

A mí me tocó vivir 12 años en el primer mundo; cinco como padre y encargado de una familia y siete como hijo en Holanda, y sobre todo en la última etapa cuando explotó la tecnología me impactó cómo fueron quedando cosas esenciales de diálogo humano, de afecto humano, desde compartir, desde que cuando uno está mal, estar; no sólo estar cuando estás a punto de ahogarte, o a punto de suicidarte o en una depresión, sino en el día a día.

Creo que la tecnología en ciertos puntos ha hecho mucho bien, pero en la parte humana ha hecho un deterioro muy grande, porque ha tocado un mecanismo muy complejo que es el de la comodidad en lo que es la comunicación. La comodidad en la velocidad con la cual uno puede alcanzar cosas rápidamente como información o como es la televisión, o como es en mi casa, que mandan mensajes, una foto, una invitación o un saludo de cumpleaños.

A.L. — ¿Es cierto que en su casa está restringida la televisión?

D.J. — Sí, y yo personalmente no miro.

A.L. — ¿Y los chiquilines cómo hacen? ¿Cuántos años tienen?

D.J. — Nueve, siete, cinco y uno. Está claro que con los de nueve, siete y cinco es todo un tema, pero lo hablamos permanentemente. Lo que no falta en casa es diálogo.Ellos van a casa de sus amigos a dormir y vienen sus amigos a dormir a casa. Nos gusta mucho juntar amistad y le doy un ejemplo: en los almuerzos a la vuelta de la escuela, todos los días hablamos cómo le fue a cada uno en la escuela; nos enteramos, porque como son chicos cuando nos cuentan lo de la escuela, se trasluce si hay problemas con la maestra, si hay problemas con los compañeros, pero hay que escucharlos y si hay una tele puesta al lado de donde uno come… es muy difícil.

La tele llama, nos pasa a todos; se te van los ojos y se pierde atención. Yo creo mucho en el detalle en general.

Le hablo de la televisión, como le podría hablar de la computadora, del celular… yo no tengo esas cosas. Por ejemplo, las veces que se me rompió el auto, como trabajo en un campo que está a 120 quilómetros de la chacra, he tenido que correr a veces dos o tres quilómetros para llegar a algún teléfono público o a una casa…

A.L. — Y ahí piensa… ¿por qué no tendré un celular?

D.J. — Claro, pero en el fondo me siento bien. Es trasmitirle a mis hijos y a mí mismo que… El teléfono se ha transformado… mucha gente te dice que se puede usar bien, pero usted comentaba hoy que el 95% de los chiquilines no llegan a jugar en Primera, pero todos juegan al fútbol. Creo que el 95% de las veces el celular se utiliza, hablando mal y pronto, “al pedo”.

Días atrás fui a un cumpleaños de 15 y estaban todos los gurises enviando mensajes, cada uno individual, idiotizados y yo los miraba y pensaba: sí, salvará una vida, (será el 5%); se usará bien (será el 4%); lo salvará de un momento… pero el resto, el 95% creo que se usa “al santo botón, porque se puede suplantar… no se necesita.

Yo lo viví hace siete años cuando llegué a Europa. Era impactante, los jóvenes en la escuela con celular; en los liceos con celular; todos los psicólogos, los sociólogos, los maestros preocupados por las faltas de ortografía porque se acostumbraron a un dialecto del móvil, del celular.Muchos dicen que la Internet es buenísima, sí, ¿pero cuánta gente la utiliza bien? Mucha gente la utiliza para juegos, para bajar porno, para e-mails, para chats que, ¿qué alimentan si encima se escriben mal?

No es que sea un negado porque viví dos años en el primer mundo, tengo cierto derecho a hablar de algo que viví y que fui eligiendo. Capaz que hay gente que no tiene la posibilidad de elegir.

Mismo tuve muchas discusiones con el Plan Ceibal, que me parece un disparate lo que se hizo. Cerró el camino que había que hacer.

A.L. — ¿Por qué?

D.J. — Sofía había hecho medio año en primero, acá en Uruguay y nos fuimos a España. Ella cumple en julio, entonces tenía la edad para estar en segundo y la Directora nos propuso que entrara en segundo. Con medio año de escuela pública en Uruguay, en Sauce, fue a segundo. Esto lo cuento porque me pasó: salvó con sobresaliente y sus maestras estaban sorprendidas con la ortografía, con la letra prolija, con la capacidad de redacción que los niños han perdido.

Ellos vienen no de un Plan Ceibal, pero de un plan parecido, y lo han restringido.

Entonces primero, en Uruguay las maestras no están capacitadas para manejar una computadora por niño; segundo, un niño en edad escolar tendría que aprender a compartir un instrumento.Si usted me dice que van a hacer Informática dos veces por semana en un salón donde comparten y están en la escuela, bueno yo podría decir: “Bueno, que aprenda”.

En España se fueron dando cuenta que los niños no fijaron ciertas enseñanzas en las edades esenciales, que es de dos a once años. Esto los psicólogos lo tienen estudiado, en esa etapa es donde fijan más el conocimiento o la inteligencia, y después no lo recuperan.

A.L. — ¿Cómo ve la formación de los futbolistas juveniles en el Uruguay?

¿Usted hizo las Inferiores en Huracán Buceo?

D.J. — Arranqué en Defensor; me dejaron libre y me fui a Huracán.

A.L. — En Huracán Buceo a veces no había agua — digo Huracán Buceo por decir uno, pero es la realidad de muchísimos clubes —. Nos decía Fernando Cáceres, el Director Nacional de Deportes, que hace poco llamaron a las instituciones a decirles que podían enviarles una cena a los futbolistas de la Séptima y de la Sexta División y que querían saber a dónde se las mandaban; y que alguno les contestó que las dejaran en Ruta 1 en el cantero central, quilómetro tal porque no tenían nada. Los chiquilines estaban practicando debajo de un árbol.

Justamente usted vivió las dos cosas; pasó de no tener agua en uno de los clubes donde hizo las Juveniles (en Huracán Buceo), a vivir en el primer mundo.

¿Cómo ve la formación de los futbolistas?

D.J. — Es un gran tema. Hay no sé bien si es desconocimiento pero lo que más repercusión tiene son los que triunfan, como Diego Forlán, (Álvaro) Recoba en su momento, Paolo (Montero), todos los jugadores de Peñarol o Nacional porque nos pasó a todos, que es lo que tiene más repercusión y es lógico. Entonces, todos los padres o la gente del entorno como que engloba esa realidad.

A.L. — Se piensa que es para todos igual.

D.J. — Usted recién manejaba números que yo no conocía; sabía que era un porcentaje pequeño pero no me imaginé que era tan chico.

A.L. — Sólo el 5% juega en Primera y sólo uno de cada 200 logra el pase al exterior.

D.J. — Lo que también es real, es que mismo en Primera División hay un abismo entre los equipos.

En Inferiores la gente a veces no tiene ni idea; los padres de los chicos, sí; pero la gente en general no tienen ni idea de los sacrificios que hace un gurí en Cerrito, Huracán Buceo, Rentistas, Wanderers está un poco mejor, Rampla, Cerro… No conozco las distintas realidades, pero más o menos es lo que uno maneja porque no me gusta hablar sin conocimientos reales y la verdad que desde el agua caliente es un milagro, el agua para tomar… olvidáte.

A.L. — El acceso al médico.

D.J. — Al fisioterapeuta; un médico en el entrenamiento por cualquier accidente que pase; una cancha; pelotas; ropa para jugar, tener ropa para jugar era un sueño en Huracán y en Primera División también era complicado. Hay tanta diferencia en nuestro medio, porque está Defensor que es un ejemplo, Danubio que es otro ejemplo; Liverpool que ahora a raíz de que Palma se lo puso al hombro (y puso el dinero y lo recuperará pero lo puso); y Nacional y Peñarol son realidades muy distintas, donde tienen viático.

En el resto, creo que no sé si me olvido de alguno; Wanderers, capaz que River…

A.L. — ¿Y cómo se prepara la cabeza?

Usted decía lo que uno representa jugando en Nacional, en Peñarol, lo mismo cuando va a jugar a España. El salto es brutal, pasar a tener un auto, buena ropa, ser referente para un montón de gente, ganar un montón de dinero que quizás ni soñó que podría llegar a ganar.

Se lo pregunto por la concepción diferente que usted tiene respecto a los demás actores del fútbol.

D.J. — Creo que en mi caso — no quiero decir que haya sido un accidente —, yo siempre quise ser jugador de fútbol, no encontrarme con semejantes pases y lograr lo que logré porque vengo de una familia de deportistas, estudiantes y trabajadores. Es una mezcla.

O trabajabas en serio, o estudiabas en serio. Mi hermano es carpintero de la UTU, yo hice la UTU, mi hermana está estudiando y va a ser neurocirujana doctora y otra hermana es profesora de Educación Física. Mi hermano también jugó al fútbol 11 o 12 años en Primera División acá en Uruguay; mis dos hermanas jugaban al vóleibol acá en la Selección Uruguaya; una hermana estuvo cinco años jugando al vóley también en diferentes divisiones de España y entonces creo que hay un concepto atrás. No fue el “Hacéte jugador de fútbol y hacéte millonario” o, “Ganá mucha plata porque te salvás o nos salvás”.
No. Fue un concepto muy distinto donde se elaboró siempre y donde generalmente lo que yo ganaba era como un insulto, bien entendido, pero era que “no se podía ni creer”. Entonces, me pasó en Uruguay, que cuando iba a algún equipo me costaba. En Uruguay, no tuve representantes, yo negociaba mis sueldos y siempre fui de los que ganaba menos, incluso en Nacional. Era uno de los referentes y sabía que ganaba menos, pero ya para mí ganar lo que ganaba en Uruguay, me significaba a mí mismo una incoherencia conmigo mismo. Me costaba por ejemplo decir: “Todos ganan US$ 10.000, yo quiero US$ 10.000”. No, porque miraba alrededor, miraba al mundo que yo compartía y no iba a mentir lo que ganaba, pero me costaba decirlo.

A.L. — Hay jugadores de Peñarol y de Nacional que de repente ganan lo mismo que ganan los 11 jugadores del cuadro que están enfrentando ese día.

D.J. — Si, es así. Es la realidad y en parte es cruel, porque por más que en el otro mundo se haga la diferencia: un jugador del Real Madrid gana mucho más que un jugador del Numancia, pero el jugador de Numancia tiene un buen pasar, gana muy bien.

Entonces, la diferencia es grandísima porque los sueldos del Real Madrid son “inhumanos” (son para países, no para personas). En plena crisis económica mundial, pagaron 100 millones de euros por una persona… eso tendría que estar prohibido.

En Europa hay una crisis enorme, en Estados Unidos… no estamos hablando de África que ellos ya vienen en crisis desde hace muchos años; estamos hablando de países primermundistas. Todo ese concepto a mí me juega.

A.L. — ¿Cuándo era Juvenil, alguien le habló de que algún día podía llegar a ganar una cantidad de dinero importante?
Hoy no tengo agua caliente para ducharme en el cuadro en el cual juego pero capaz que si pego un pase en cuatro o cinco años puedo estar jugando en un equipo del primer mundo.

¿Alguien habla de eso?

D.J. — Creo que ahora deben de hablarlo, y creo que hasta mal, porque los motivan con eso y creo que se ha hecho una obsesión. Ahora llevan chiquilines. Yo hice Inferiores en 1989 o en 1988 y eso no existía, y menos en Huracán Buceo. Si uno jugaba en Inferiores de Nacional, nosotros “los campeones de América y del Mundo” 1988 en Nacional; muy pocos se fueron a Europa. O sea que en mi época en Europa estaban Francescoli y alguno más, pero ahora, aparte de los jugadores de la Selección hay muchísimos que están en Europa o en otros países ganando buen dinero.

Entonces creo que ahora sí hay que preparar a los Inferiores. En mi época de esto no se hablaba y menos en Huracán Buceo, en donde el sueño era llegar a Primera.

Lo que a mí me hizo muy bien fue vivir todas esas realidades porque en primer lugar se empieza a valorar. Cuando uno vive esas realidades y no es consciente y no valora, después cuando tiene las otras no recuerda y se malacostumbra rápido. Porque ese es el problema, en España la mayoría de los chiquilines son de clase social media-alta; la clase social baja no juega al fútbol. Hay gitanos, hay zonas muy bajas en Sevilla y sobre todo en Andalucía, y sin embargo, muy pocos juegan al fútbol. Generalmente juega la clase media-alta al fútbol con un buen nivel intelectual, casi todo el Bachillerato terminado; mucha gente haciendo el nivel terciario.

Es otra la idiosincrasia general del jugador de fútbol español, del europeo en general. Sin embargo, en Uruguay no. En Uruguay la mayoría terminó la escuela y es de un cante o vienen de familias muy humildes, y van a ganar mucho dinero, y a veces después es bravo porque no te agarra intelectualmente preparado para afrontar todo lo que representás a nivel social y todo lo que vas a tener como dinero.

A.L. — ¿Ahora está haciendo el curso de Entrenador?

D.J. — Sí.

A.L. — ¿Qué sería lo primero que le diría a un plantel el día que le toque dirigir en función de esto que estuvimos hablando?

D.J. — Lo he pensado y mi idea es empezar a trabajar en Inferiores. Me gusta mucho sobre todo la parte educativa.

Ahora voy a la escuela de mis hijos en Sauce a enseñar fútbol a la clase de mi hijo en segundo, y ayudo a Baby Fútbol de Sauce cuando puedo, pero Defensor es un equipo que reúne muchas de las condiciones que uno puede trabajar, la exigencia en ciertos aspectos, pero sobre todo la conciencia de lo que uno es y no confundirse, porque hay una contaminación muy grande en los jugadores de fútbol.

Hay representantes que ya están llamando jugadores que tienen 15 o 16 años. Eso es lo peor y les dicen: “Andás bien, te vendo a Europa, que te llevo al Milan, que te llevo allá. Mirá que llevé a zutano, etc.”. Eso a un chiquilín lo trastoca. Hablarle de ganar US$ 100.000, es trastocarle la cabeza al chiquilín.

Pero nos pasa a todos, y más si uno no tiene preparación, porque lo intelectual te permite diagnosticarte uno mismo interiormente, cómo afrontar ciertas situaciones de vida, pero si no lo tiene es complicado.

Yo enfocaría mucho la parte humana en el aspecto de la educación, de la disciplina, de que mantengan ciertos códigos, y el estudio creo que le hace muy bien al jugador de fútbol porque lo exige. Ningún jugador de fútbol quiere estudiar, ninguno. Muy pocos estudian, pero no porque no tengan tiempo. Yo jugué en todos los niveles; hay tiempo. No se quiere porque están convencidos de que van a llegar.

Yo hasta exigiría un estudio. No tiene que ser liceo, puede ser una Escuela Técnica, puede ser un curso, etcétera. Algo que le permita leer, que le permita interactuar con otras cosas porque el día de mañana — usted lo leía al principio —, habrá un 95% que queda en el camino.

A.L. — Exactamente.
Usted vive en una chacra. ¿Es una actividad productiva?

D.J. — Sí. En la chacra de Sauce tengo siete hectáreas y trabajo en Casupá donde estoy haciendo una invernada de novillos; estoy trabajando y me encargo de todo eso. Hago de alambrador, de peón, de dueño de campo, de todo y estoy incursionando en ese mundo.

A.L. — ¿En la chacra qué tiene?

D.J. — En la chacra tenemos animales de consumo, tenemos caballos, tenemos gallinas — pero un zorrito nos comió todas las gallinas; es parte de la naturaleza también —,cada tanto carneo un capón y lo traigo y hacemos autoconsumo, y tenemos frutales y quinta.

A.L. — Así que tiene un trabajo bárbaro.

D.J. — Sí, y casi todo lo hacemos con mi señora porque no tenemos empleados y la verdad es que nos insume un buen tiempo.

A.L. — ¿Se considera futbolista o ex-futbolista?

D.J. — Ex-futbolista. Deportista sí me considero porque sigo haciendo deporte, pero ex-futbolista porque usted antes lo leyó: el mundo del fútbol como que va un poco en contra de lo que yo vivo.

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