El presidente de Saindesur, Jorge Naya, explicó las características históricas y culturales por las cuales considera que los uruguayos no somos emprendedores ni innovadores.Economista Jorge Naya, gerente general de Fundasol.
Entrevista emitida el viernes 28/03/08 en Producción Nacional – 1410 AM LIBRE
El presidente de Saindesur, una sociedad anónima que otorga capital de riesgo para pequeños empresarios, explicó en Producción Nacional las dificultades que han tenido para instalar este mecanismo, y las características históricas y culturales por las cuales considera que los uruguayos no somos emprendedores ni innovadores.
Alejandro Landoni – Los que han seguido este ciclo de Producción Nacional ya saben que Fundasol es una institución sin fines de lucro que brinda servicios de asesoría empresarial, capacitación y también facilita el acceso al micro crédito. Fundasol se creó en el año 1979 y ya formó a más de 60.000 emprendedores y otorgó más de 70.000 microcréditos, por más de U$S 81 millones. El departamento de capacitación de Fundasol está dando cursos en Uruguay y en América Latina, ha obtenido reconocimientos internacionales, incluso por el propio Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En el programa final de este ciclo queremos hablar sobre algunas alianzas estratégicas que Fundasol ha hecho para brindar mejores soluciones a los pequeños empresarios. Vamos a hablar, entre otras cosas, de una sociedad anónima que tiene Fundasol junto con la Corporación Nacional para el Desarrollo, una entidad francesa y algunas instituciones uruguayas, que están brindando capital de riesgo para pequeños empresarios. Esta sociedad se llama Saindesur y acaba de ser incluida en los lineamientos estratégicos de la Corporación Nacional para el Desarrollo.
Es un gusto darle la bienvenida al economista Jorge Naya, gerente general de Fundasol. ¿Cómo anda?
Jorge Naya – Bien, es un gusto estar aquí, y en esta oportunidad con la camiseta de presidente de Saindesur.
AL – Presidente de Saindesur desde su creación. En el año 1990 se creó, ¿no?
JN – En el año 1990 y un poco a partir de lo que era la experiencia de financiación a creadores de empresas. El uruguayo es alguien que tiene dificultades para crear una empresa, dificultades que arrancan en la convicción, en la fuerza, no somos un país de gente pujante, creo yo, porque históricamente durante muchas décadas no fue necesario ser un emprendedor. Pero hoy día los desafíos llevan a que necesitamos emprendedores, y preferentemente innovadores.
Surgió en contacto con la gente de la SID, Sociedad de Inversores para el Desarrollo Internacional, una entidad católica francesa vinculada con el Comité Contra el Hambre y Por el Desarrollo. Ellos venían haciendo experiencias con creadores, utilizando el capital de riesgo como un instrumento, como un producto financiero con muy buenos resultados. Nos pareció una idea interesante, nosotros veíamos que el crédito era un producto limitado para el creador de empresas, y que el capital de riesgo ofrecía una combinación muy interesante de financiación y de asesoramiento en forma simultánea.
Fue así que creamos Saindesur el 15 de marzo de 1990, con tres socios mayoritarios: la SID, la Corporación Nacional para el Desarrollo y Fundasol, y un conjunto de socios menores casi simbólicos, el Centro Cooperativista Uruguayo, el Centro Latinoamericano de Economía Humana (CLAEH), Foro Juvenil, etcétera.
¿Qué queríamos hacer? Queríamos asociarnos con proyectos innovadores a nivel de pequeñas empresas, con tres condiciones básicas, la primera era no ser socios mayoritarios en el aporte inicial de capital, si podíamos igualar el aporte. La segunda condición era que éramos socios a término, es decir a partir de un proyecto concreto, con un plan de negocios, con un flujo de fondo, le pedíamos a nuestro socio que realizase una ahorro anual del orden del 20% para hacer posible, en un determinado momento, la transferencia total del paquete que habíamos asumido nosotros originalmente. La idea no era perpetuarnos, sino utilizar esos recursos para empezar con otro creador, con otro emprendedor. La tercera y última condición era que mientras formáramos parte de esa sociedad entendíamos que debíamos tener alguien con presencia real en la sociedad, haciendo lo que se necesitase, no alguien que estuviera en forma decorativa, sino que actuase realmente de acuerdo a las necesidades. Pero era para nosotros muy importante tener a alguien en la primera fila de ese proyecto.
Creo que recién ahora se empieza a encontrar eco pare este tipo de propuesta…
AL – 18 años después…
JN – Si, claro, 18 años después empieza a encontrar alguna respuesta, creo que fuimos pioneros ofreciendo un producto que presentaba enormes dificultades en el ámbito local.
AL – Ustedes con esta sociedad, Saindesur, le dieron capital de riesgo a muchísimos emprendedores.
JN – La historia es que hay dos o tres limitantes que a nosotros nos pesaron, por lo menos a mí personalmente, durante muchísimo tiempo. En primer lugar para hacerse socio de alguien había una cultura sectorial de que determinado porcentaje no se facturaba, es decir, había un porcentaje en cada sector que iba en negro, y nosotros no estábamos dispuestos a aceptar porque éticamente no nos satisfacía. Más allá de los problemas de contralor que presentaba que hubiera una facturación en negro, que no se facturase determinado tipo de trabajo era difícil de controlar, éticamente estaba mal, la Corporación Nacional para el Desarrollo y el Tribunal de Cuentas seguramente no iban a estar de acuerdo, por lo cual éramos socios 100%, se factura el 100%, y eso nos generó problemas sectoriales, porque hay cultura de generación de ventajas comparativas, que yo siempre digo que son efímeras. Creo que la informalidad total o parcial siempre es la generación de una ventaja comparativa, peligrosa y a término, y nosotros no nos podíamos asociar en esas condiciones.
Pesó enormemente también la cultura de los uruguayos. Yo recuerdo uno de los primeros casos, en que nos íbamos a asociar para crear un ranario, en aquel momento parecía que la rana toro tenía todo unas posibilidades como alimento, el cuero, tenia buen precio internacional. Echamos a andar la posibilidad de conformar una sociedad con dos docentes de muy buen nivel de la Facultad de Veterinaria, que venían haciendo experiencia en el ámbito de la Facultad de reproducción de ranas que parecía muy interesante. Incluso había un aporte significativo de ellos, y nosotros colaborábamos para comprar una chacra que donde se iba a desarrollar el ranario. Cuento esto porque es muy ilustrativo de lo que es la escasísima mentalidad que muchas veces tenemos uruguayos. Cuando estábamos ya tirando los números y habíamos seleccionado donde iba a ser el ranario, el profesional principal, siendo el responsable del negocio, estimó las necesidades de remuneración, en función de la horas que le iba a dedicar y su arancel profesional. No hay ningún empresario del mundo que cuando inicia una experiencia lo hace en esas condiciones.
Nosotros trabajamos para hacerle entender que él era el empresario, que estábamos dispuestos a darle un 10% de las utilidades antes de impuestos, es decir, buscar elementos que estimularan su participación y su desarrollo como empresa, pero que no nos podía cobrar como si fuera un servicio veterinario que contratábamos para nuestro ranal, el ranal era de él nosotros éramos los subsidiarios en la propuesta. Llegamos a hacer una oferta muy concreta, una remuneración que implicaba lo que él percibía en su actividad en la Universidad y en su otro trabajo en aquel momento, y allí su esposa, que aportaba unos buenos miles de dólares también a la iniciativa, dijo algo que a mí me aterró como presidente de esa incipiente sociedad de capital de riesgo, dijo: «Si, nosotros entendemos que la oferta económicamente es muy buena, pero el Estado es seguro», y si yo creo que el Estado para los uruguayos es seguro, nosotros precisábamos empresarios innovadores y quedó en nada.
AL – ¿Los uruguayos son proclives a asociarse y tener a un funcionario de confianza de esta sociedad anónima dentro de su propia empresa, como personal de primera línea?
JN – De los tres puntos que mencionaba, es siempre el que ha dado dolor de cabeza. Siempre lo ven como a una especie de inspector, cuando nosotros buscamos que si es una empresa que tiene alguna flaqueza en términos que marketing, sea alguien que sepa de marketing, o si precisa un asesor jurídico, sea un asesor jurídico que construya junto a ellos. Siempre genera cierta desconfianza, no hay una cultura de celebrar que incorporamos a determinada persona calificada, que no la pagan ellos, la paga el proyecto.
Creo que hemos ido acumulando una experiencia. A mediados de la década de los 90’, cuando arrastrábamos nuestro pesar por las enormes dificultades de echar a andar ese producto en el cual nosotros creíamos, nos encontramos en una reunión con quienes eran los representantes de un fondo de inversión que se había creado en esos años, con aporte del City Bank y de la Corporación Interamericana de Inversiones, un fondo de U$S 15 millones para participación en empresas por hasta U$S 500.000. Estaban en un escalón bastante más alto que nosotros y en el intercambio descubrimos que los problemas que nosotros teníamos con las pequeñas y alguna mediana empresa, eran los mismos que ellos tenían con las grandes. Era un problema cultural, ellos habían ideado un fondo en que la tasa de interés que percibían se ligaba mucho a la rentabilidad del proyecto, era una aproximación a ser socios, pero no había una cultura de asociarse con alguien, ellos también eran a término y obviamente ponían a alguien de su confianza en esa empresa… Entonces, tal vez ofertamos un producto antes que culturalmente se necesitase, antes que se entendiera las bondades de ese producto.
AL – ¿Cómo hacen los emprendedores para poder acceder a este capital de riesgo y ver la posibilidad de hacer una sociedad con ustedes?
A esta idea de asociarse yo también le veía un par de consideraciones a tener en cuenta. Si a la empresa le va bien, esta sociedad a término digamos, ¿hace que el emprendedor tenga que recomprar su propia sociedad si le va bien?
JN – Compra una parte.
AL – Una parte, que cada día va a ser más cara. Pero si a su vez le va mal, está el problema para ustedes, que quedan involucrados como socios en algo, de repente hay socios que después no pueden pagar la DGI (Dirección General Impositiva) o el BPS (Banco de Previsión Social) entonces queda la sociedad anónima de Fundasol, la corporación, este organismo francés y todos los demás endeudados. ¿Cómo arreglan eso?
JN – Es parte del riesgo que uno asume en estos quehaceres, parte de lo que puede ser una experiencia de evaluación de proyectos. Aquí se decide con un proyecto sobre la mesa, numerosísimas veces no nos pusimos de acuerdo porque aparece un emprendedor que dice que tiene una determinada cartera de clientes, para un determinado servicio o producto que vale tanto, y es tedioso discutir si esa cartera vale o no, generamos todo un mecanismo de evaluación en función de lo que rinda realmente esa cartera de clientes para producto o servicios. Hemos buscado enormes flexibilidades y es cierto, uno asume el riesgo. Asume el riesgo cuando la inversión es de determinado nivel, trata de que la persona que participa en el ámbito ejecutivo de esa nueva sociedad controle que se cumpla con las obligaciones fiscales, porque en esas ustedes saben que hay una responsabilidad de los socios en relación a una sociedad que no es cosa menor, es un tema muy delicado.
Allá por 1995 la sociedad recibe un apoyo del Fomin, el Fondo Multilateral de Inversiones a través del Banco Interamericano de Desarrollo, para hacer una programa de creación de empresas de jóvenes. Había habido una reunión con un grupo muy grandes de jóvenes, entendieron que era un producto adecuado y allí nos vimos implicados en una iniciativa muy interesante de creación de empresas con jóvenes. El proyecto estaba concebido como un gran embudo, o sea 1.000 jóvenes presentaban ideas de proyectos, 500 recibían capacitación para diseñar el proyecto, 200 recibían asesoramiento para hacer efectivamente el proyecto, y 50 recibían apoyo financiero para echar a andar ese proyecto.
Fue un proyecto que compartimos con la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE), ellos tenían el tramo más alto, nosotros participábamos en inversiones de hasta U$S 12.000 iniciales con el joven. Y ahí fue que surgió el tema, uno cuando participa en una empresa de este tipo y decide aportar U$SS 10.000 es porque está dispuesto a perder U$S 10.000, ojalá que ganar, que después ese dinero vuelva y que sirva para apoyar a otro. Pero esa dimensión de inversión inicial no permitía tener a alguien sistemáticamente participando del proyecto, por lo cual quedábamos un poco en manos de los jóvenes, de su capacidad y su vocación de cumplimiento de las obligaciones que se generaban, no las comerciales, pero sí las fiscales, que eran las que particularmente nos preocupaban.
Fue ahí que descubrimos la ley 16.060 que incluye una forma jurídica que son las sociedades accidentales o en participación, en las que puede aparecer un socio oculto que se responsabiliza o que responde exclusivamente hasta al aporte del capital que realizó, en tanto permanezca oculto. Creo que fue un instrumento muy interesante en el inicio de todo esto, porque la sociedad accidental también requiere un objeto preciso, acotado en el tiempo y en su dimensión, es decir yo puede decir que voy a hacer una sociedad accidental para fabricar 2.000 pocillos de café en el lapso de un año, no puedo generar una sociedad accidental para fabricar pocillos de café. La sociedad esa nos dio una muy buena mano en el inicio, porque ahí nosotros acotábamos nuestra responsabilidad al aporte realizado.
Saindesur participó en 37 proyectos de jóvenes, yo diría que la mitad de los cuales siguen funcionando hoy años después. No fue una muestra de creatividad, nos sorprendió a todos lo poco imaginativos y creativos que eran los jóvenes, es decir todo el mundo enfilaba para algo que conocía familiarmente o cosas por el estilo, esperábamos un brote de creatividad mucho mayor.
Creo que este tema hoy día se ha trabajado bastante, Fundasol también ha hecho sus esfuerzos en el ámbito universitario para llevar la bandera de la innovación. Sería muy lindo que los jóvenes tuvieran una capacidad de riesgo mayor, muchas veces no tiene tantos compromisos y pueden arriesgar mucho mas, a nosotros nos interesa no solo trabajar la aptitud para ser un empresario, sino nos interesa trabajar la actitud: el Uruguay precisa empresarios innovadores, creativos, pujantes porque el futuro más allá que el Estado sea seguro, yo creo que el futuro del país está muy ligado a la capacidad creativa de los empresarios jóvenes.
AL – Fue un gusto haber recibido al presidente honorario de Saindesur y coordinador general de Fundasol, el economista Jorge Naya.
JN – Muchas gracias.
Por más información: indesur@adinet.com.uy
Desgrabación: Mariale Perlini.
Edición: Lic. Cecilia Álvarez.