«Hay mucho para hacer» con los microempresarios

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2006

Fundasol cumple 30 años colaborando con el desarrollo de más de 20.000 pequeñas empresas, así como con numerosas cooperativas y sociedades de fomento rural.

Jorge Naya, gerente general de Fundasol

Fundasol cumple 30 años de vida. En estas tres décadas, Fundasol colaboró en el desarrollo de más de 20.000 micro y pequeñas empresas, así como también con numerosas cooperativas y sociedades de fomento rural. En 30 años otorgaron más de 100 millones de dólares en microcréditos, 10 de los cuales se otorgaron solamente en el último ejercicio. Según la información que está publicada en la página web de la institución, Fundasol es actualmente “la principal organización del Uruguay dedicada a la capacitación empresarial”.

Para conocer cuál es el balance de esta institución conversamos con el economista Jorge Naya, gerente general de Fundasol.

Entrevista emitida el 29/12/2009 en Producción Nacional, 1410 AM LIBRE.

Alejandro Landoni — Nuestro invitado pertenece a Fundasol desde el inicio mismo de esta institución. Días atrás, cuando estaban celebrando los 30 años en el Hotel del Prado, escuché que dijo que habían comenzado en una oficina muy pequeñita dentro de otra institución; tenían una mesa y un placard que les habían donado y que la primera compra importante que realizaron fue una cafetera. ¿Cómo fueron los inicios? ¿Se imaginaron el desarrollo actual que tiene la institución?

Jorge Naya — No, para nada. En realidad, Fundasol es un acuerdo de un conjunto de instituciones de lo que se denomina el sector social de la economía, alguna de las cuales permanecen hasta el día de hoy (Central Lanera del Uruguay; Manos del Uruguay; la Comisión Nacional de Fomento Rural; la Federación de Cooperativas de Producción), son todas entidades que estuvieron en la fundación y que todavía existen. Otras han desaparecido como Calforú, la Central Cooperativa de Carne, etc.

Básicamente creo que había dos temas importantes en el inicio de Fundasol. Uno era buscar una institución que administrara recursos de cooperación internacional — era muy importante la cooperación internacional en esos días —; que se especializase en la creación de líneas de crédito para las cooperativas primarias; para las entidades de base de todas esas instituciones que la creaban.

La segunda, esto es una opinión bastante personal, cuando nace Fundasol había que solicitar premiso para hacer cualquier tipo de reuniones — estábamos en plena dictadura —; y creo que Fundasol ofreció un ámbito de intercambio a un conjunto de instituciones que tenían muchas cosas en común, pero que rara vez podían compartirlas. Entonces, en alguna evaluación que hicimos años después alguien planteaba que en esa época era muy poco lo que uno podía conversar con otras instituciones y Fundasol ofreció un ámbito pluri institucional de intercambio que fue muy rico.

Esto es muy lindo de contar pero los primeros años de Fundasol se pasaron discutiendo cómo se iba a manejar el dinero, los reglamentos necesarios… Es decir, no había un peso, pero había un montón de reglamentos y manuales. Siempre recuerdo que el manual de presentación de proyectos decía que los proyectos debían presentarse en siete copias, en una época en donde todavía no había fotocopiadoras. ¿Se imagina lo qué era sacar siete copias en una máquina de escribir? Felizmente, — y esta es una reflexión que pienso que puede ser de utilidad para muchos de los escuchas y para usted mismo —, tanto se discutieron las cosas, que la gente terminó conociéndose y cuando se conocieron, ya no precisaban los manuales. Toda esa discusión inicial hizo que la gente se conociera. Siempre digo que los colectivos funcionan cuando se genera una confianza entre todos los participantes.

Usted lo ha vivido con nosotros en todo lo que es la Red Pro PYMES; después que la confianza se genera ya no precisa tanto reglamento ni tanto manual. Fue así que se empezó.En aquella época tenía mucha presencia en el Uruguay la Fundación Interamericana que es una fundación que aún existe, dependiente del Congreso de los Estados Unidos, que canalizaba sumas importantes y recursos y apoyó originalmente a Central Lanera en la construcción de un galpón que ellos tenían para el procesamiento de lanas y le pidió que el retorno de esos dineros lo canalizase a Fundasol para iniciar sus actividades. Y bueno, allá por el año 1982 es que empiezan a venir esos recursos, que eran 100.000 dólares por año y a partir de ese momento Fundasol empieza a cumplir su servicio de apoyo financiero a los que tienen dificultades para llegar a los recursos.

A.L. — En ese sentido los números de Fundasol son bien elocuentes: 100 millones de dólares otorgados en estos 30 años. Durante la celebración en el Hotel del Prado, me imaginaba a los cientos de pequeños emprendedores que han acudido a institución durante estos 30 años; a las personas que tienen un empleo y quieren cambiarlo por un emprendimiento; aquel que tiene una estrategia de sobrevivencia y quiere mejorarla un poquito; el que tienen un kiosquito y lo quiere mejorar y van buscando la asesoría técnica, la capacitación y el microcrédito.

J.N. — Exactamente. Ha sido una aventura muy edificante y muy emocionante en algún aspecto porque hoy día tenemos gente a la que conocemos desde hace 25 años y ha sobrellevado buenas épocas, crisis, cambios de giro… el mundo de las micro y pequeñas empresas tiene algunas virtudes, unas cuantas; entre otras, la enorme flexibilidad para adaptarse a los cambios; una vocación re inversora bastante común en los microempresarios -si les va bien en el negocio, tratan de ir un poquito a más y creo que eso es muy importante-. Estamos muy jugados a que si logramos articular ese sector, si logramos romper su separatidad, porque la mayor parte de los micro y pequeños empresarios son muy individualistas, se formaron en su empresa y son “hacelotodos” que al crecer deben delegar y a los cuales les cuesta mucho delegar y les “tira” más el taller que la administración; pero al crecer es preciso administrarse mejor. Hemos visto cómo empresas unipersonales, de alguien muy empeñado, hoy en

día da cuatro o cinco puesto de trabajo permanentes y empleos de calidad. Uno se siente satisfecho; no es para menos. Queda muchísimo por hacer; creo que tenemos que trabajar en gran medida en la articulación de esas pequeñas empresas.

Usted conoce la experiencia de los núcleos empresariales y creo que eso mostró un camino. La gente se junta generalmente por las partes negativas del FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenzadas). Cuando perciben debilidades o atisban amenazas… eso es lo que hace que la gente se junte, pero después descubren de que haciendo las cosas juntos todo pueden cambiar sustancialmente. Se pueden tener inversiones en común; se pueden tener “bocas de venta” en común y salir juntos al exterior. Ese creo que es el capítulo que nos falta más. Creo que es muy poca la presencia exportadora en el mundo de las micro y pequeñas empresas y que hay que buscar articularlas. Hay que buscar mecanismos de articulación horizontal; mecanismos de integración vertical para lograr realmente una articulación que tenga potencial de salida al exterior.

A.L. — En el año 2000 Fundasol obtuvo un reconocimiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a la Excelencia en Servicios de Desarrollo Empresarial y en este momento se pude decir que tras varias décadas de trabajo, Fundasol ha dado cursos de capacitación empresarial en prácticamente todo los países de América Latina.Ese es otro de los sellos de distinción que tiene esta institución, el tema de la capacitación empresarial.

J.N. — Es así. Desde el origen de Fundasol la capacitación siempre estuvo presente; siempre se consideró una variable estratégica, algo que había que aprender y perfeccionar. Fue realmente a partir del proyecto que tuvimos con apoyo de la gente de GTZ Alemana, que empezó en 1988 y terminó en 1994. Fue un proyecto de varios años que nos permitió introducir, después de una invitación que me hicieron a un seminario en la Universidad de Manila (Filipinas), la metodología del action learning, el aprendizaje por la acción.

Fuimos los introductores en América Latina de esa metodología que es altamente dinámica y pensada para gente que trabajó siete o diez horas y que a las siete de la tarde participa en un curso. Ahí un curso convencional no funciona porque esa persona está muy cansada y si aparece un señor a contarle las bondades de tal o cual cosa, no lo atiende. Es preciso incluir desplazamientos, juegos, competencias. Los cursos suelen ser muy divertidos. Lanzamos esa experiencia en Uruguay, y pronto nos dimos cuenta de que era muy difícil mantener un servicio profesional en un país de pequeña escala como el Uruguay.

Si considera este servicio como una pequeña empresa, en determinado momento la estabilidad pasa por salir al mundo y ahí entramos a “pelear” licitaciones afuera, en otros programas de cooperación; en otros servicios en el exterior y fue una experiencia apasionante en la cual aprendimos muchas cosas también nosotros. No sólo volcamos lo que habíamos aprendido, sino que recibimos muchas enseñanzas también. Es una experiencia conmovedora en la que cometimos errores.

Recuerdo que una vez nos contrato la AID para dar unos cursos en el interior de la República Dominicana y nosotros hicimos nuestros manuales y allá fuimos con ellos — que habían funcionado muy bien hasta entonces —. Lo que nadie nos había dicho que era una población semi analfabeta donde los manuales no funcionaban. Hubo que rehacer todos los manuales al estilo comics: historietas con muy poca letra y mucha expresión.Eso anduvo muy bien después; quedaron esos manuales para ellos y pudieron seguir trabajando muy bien.

La experiencia con los desmovilizados de guerra de El Salvador. Nos contratan a poco tiempo de haber logrado la paz entre la guerrilla y el ejército. Los cursos eran para jóvenes y por decisión política en cada curso la mitad eran ex soldados y ex guerrilleros la otra mitad. Eso hacía que hubieran un montón de tensiones, entonces nosotros además de ayudarlos a crear pequeñas empresas para encarar una vida distinta a la que habían vivido; teníamos que aprender el manejo de tensiones muy importantes.

La experiencia con el INCES (Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista) en Venezuela, que ahora no existe más, pero en su momento era el similar a nuestra UTU (Universidad del Trabajo del Uruguay), donde se dan cuenta, algo común a muchas realidades latinoamericanas, de que los egresados no encontraban trabajo en las disciplinas que habían elegido. Les sobraban mecánicos torneros, electricistas, y generan un programa para generarles empleo y por primera vez nos invitan a un diseño de módulos de forma tal que el muchacho al egresar no sólo era un buen carpintero, sino que además tenía elementos como para crear su propia empresa y apoyo de financiamiento para hacerlo.En algún momento introdujimos el “Village Game” que es un juego similar a “El Banquero”.

A.L. — Sí, un juego de mesa.

J.N. — Sí, un juego de mesa pero esto era para el ciclo productivo, entonces se trabajaba con pequeños agricultores que compraban semilla, vendían, pedían crédito al Banco… ¡Había que verlo! Gente de 60 años o 50 y pico jugando como chiquilines, y eso ameritaba toda la reflexión posterior: cuánto tengo que comprar; qué medidas debo tomar; cuándo pago; cuándo no pago, etc. Fue un juego que resultó “una pegada”. Estuvo muy bien y trabajamos también mucho tiempo en el sur de Argentina, en Chile, etc.

Quizás es más fácil decir donde no estuvimos: en Brasil y en Las Guayanas; en el resto, estuvimos en todos los países y eso generó un aprendizaje pero a su vez nos permitió colaborar en lo que era la meta de Fundasol para la década final del siglo pasado. Nosotros habíamos sido un producto de la cooperación internacional, que en alguna medida nos había hecho posible, pero después de la caída del muro de Berlín nos dimos cuenta que la cooperación internacional se terminaba. Más allá de que mucha gente hablaba de los “dividendos de la paz” y de “ríos de apoyo al desarrollo”, la verdad es que no la veíamos y felizmente nos impusimos llegar al año 2000 con una institución equilibrada que pudiera mantener sus principios éticos y sociales, pero que se auto sustentaba por los servicios que brindaba. Esa fue “la foto” que nos dio el BID cuando nos dieron en el año 2000 el premio a la Excelencia; gente que había trabajando en todo un continente.

Había toda una vocación de trabajo a lo largo y a lo ancho del continente no sólo dando cursos a microempresarios, sino dando cursos para otros programas, pero a su vez había la necesidad de equilibrar un servicio en un mercado interno que era y es pequeño. Fundasol siempre tiene que estar trabajando algo afuera para evitar que quienes están abocados al dictado de cursos se desprofesionalicen porque no tienen las horas que necesitan que les alcance para comer todos los meses.Ese fue todo un desafío y las cosas van bien.

Lo mismo ocurre con los microcréditos. Era toda una aventura. Nadie hablaba de microcréditos en ese tiempo. Nosotros empezamos con los microcréditos en el año 1986 cuando la crisis de 1982 y 1983 habían pegado muy duro, y creíamos que de esa forma contribuíamos a la recuperación del empleo… y así fue.Después vino el BID y otros apoyos que hicieron posible acumular los fondos que nos permiten desembolsar unos 10 millones de dólares por año.

A.L. — Eso es impresionante.

J.N. — Es mucho. Si observa que son créditos de $ 20.000 o $25.000 promedio, a veces menores; es mucho dinero.Actualmente tenemos la aventura del microcrédito rural, con el programa Uruguay Rural del Ministerio de Ganadería, que es emocionante y que empieza por un crédito de $ 3.000 a gente que le dice que nunca nadie le había prestado ni un centavo. Se trata de gente mayor que a veces quiere comprar unas gallinas, un cerdo, etc.; en el interior profundo; no en las capitales departamentales que todos conocemos sino en esos pueblos que ni en los mapas están.

Realmente creo en la experiencia del microcrédito rural y lo lindo es que lo piensa el ministerio, que lo piensa el FIDA (Fondo Internacional para el Desarrollo Agrario) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) que son quienes proveen los recursos.

A.L. — ¿Cuánta gente trabaja en Fundasol contando empleados, contratados, consultores, etc.?

J.N. — Somos unas 60 personas. Ha crecido bastante con los analistas de crédito en el interior. Tenemos trece muchachos y muchachas que recorren en las motitos toda esta movida del microcrédito rural. Siempre reivindico que todo forma parte de una propuesta común porque también llegamos a la educación terciaria en el Uruguay. Durante mucho tiempo tuvimos a cargo cinco semestres de Ciencias Empresariales en la Facultad de Química. Hicimos algún programa con usted sobre este tema, tratando de llevar el emprendedurismo a los universitarios y eso ha andado y pienso que van a haber nuevas vueltas. Va a tener toda una continuidad, la motivación a nivel universitario para la generación de pequeñas empresas con gente calificada.

Hay algo que me gusta contar también que me lo decía la gente de la Agencia de Investigación e Innovación (ANII), y es que trabajando con egresados de la Facultad de Química, me decían que es posible diferenciar a aquellos que pasaron por Fundasol de aquellos que no pasaron porque tienen otra movilidad, “otra cintura”, y realmente nos llenó de orgullo porque eso era lo que buscábamos; gente inquieta.Hay muchísimo para hacer en ese terreno. El Uruguay es un país muy pequeño en un mundo globalizado y salimos de ésta con la inteligencia de todos y con el esfuerzo de todos.

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