«Lograr un binomio con el caballo es una de las cosas más gratificantes»

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La equinoterapia busca generar un lazo profundo de confianza entre el ser humano y el animal, que a su vez ayude a mejorar la calidad de vida de las personas.

Mariana Larrobla y Clementina MacGillycuddy

Muchos historiadores dicen que nuestro país nació a caballo. Desde la gesta emancipadora, e incluso, desde antes, en estas tierras la relación entre el hombre y el caballo ha sido especialmente productiva.

El caballo es uno de los principales medios de transporte, es un animal de carga y es también un arma para la batalla. Es un animal que trabaja tanto en el campo como en la ciudad y hace algunos trabajos bastante curiosos.

De un tiempo a esta parte se comenzó a desarrollar en el Uruguay una práctica que tiene al caballo como elemento central, pero que busca apoyar al ser humano en diversos problemas que van desde discapacidades motrices a fobias, pasando por distintas adicciones. Se llama equinoterapia o equitación terapéutica. Es una actividad que apunta a generar un lazo profundo de confianza entre el ser humano y el animal, que a su vez ayude a mejorar la calidad de vida de las personas.

Buscando referencias sobre la equinoterapia encontramos que nació en la época de Hipócrates, en el año 458 AC, quien aconsejaba que “la equitación regenera la salud y preserva al cuerpo de muchas dolencias sobre todo en el tratamiento del insomnio”. También sostenía que “la equitación practicada al aire libre, hace que los músculos mejoren su tono”.

Para conocer sobre la práctica de la equinoterapia en Uruguay conversamos con Mariana Larrobla y Clementina MacGillycuddy, fundadoras e instructoras del Centro Ecuestre Pegasus, una institución donde se realizan actividades de equinoterapia que funciona en Jacksonville.

Alejandro Landoni – ¿Cómo se vinculan con esta actividad a nivel personal?

Mariana Larrobla — Empecé a través de la equitación. Desde chica practiqué equitación y la dejé por un susto, pero siempre dejé el pendiente de hacer algo con los caballos porque los animales me encantan. Vi una nota de caballos para equinoterapia y pensé: “Estos caballos deben de ser re mansos” y fui ahí para poder retomar.

En el club al que asistí desarrollaban también la equinoterapia. A medida que fui haciendo mis clases de equitación o “mi equinoterapia”, aunque me dijeron que yo no hiciera equinoterapia sino equitación… lo que hice fue equinoterapia. Es una terapia con caballos y seas cuadripléjico, “normal” o tengas un miedo, la terapia la hacés con el caballo.

Ahí empecé a ser voluntaria. Conocí docentes e instructores que desarrollaban la terapia. Luego hice el curso de un año y después seguí haciendo cursos y formándome en otros lugares hasta que conocí a Clementina y desarrollamos un proyecto en común.

A.L. — Clementina, ¿tu cómo llegaste a esta actividad?

Clementina MacGillycuddy — Desde muy chica me gustó mucho el campo. Siempre fui la fanática de los caballos. Desde que tengo tres o cuatro años estoy arriba de un caballo. Iba al campo y salía a caballo todo el tiempo y a los doce o trece empecé a criarlos. También a esa edad empecé equitación y salto, y después quería meterme un poco más y encontré la equinoterapia y me gustó.

Me pregunté: «¿Por qué no hacerlo como un curso alternativo?», porque yo había hecho Agronomía. Cada vez me fui metiendo más y cuando conocí a Mariana dijimos: “Vamos a empezar y a meternos de lleno” y es un proyecto que venimos llevando desde hace cinco años y ya estamos en Jacksonville dando clases y es una decisión que tomamos de seguirlo.

A.L. — ¿Es un medio de vida para ustedes o es una actividad que hacen aparte aunque sea un emprendimiento?

M.L. — Comenzó como un proyecto paralelo pero hoy para nosotras es un medio de vida y nos gustaría poder desarrollarlo con mayor frecuencia, más días a la semana. Duró hasta ahora y apostamos a que siga creciendo y desarrollándose.

A.L. — ¿La equinoterapia es un tipo de terapia para qué tipo personas? ¿Tienen que ser personas con discapacidad?

C.M. — Hay de todo. Tenemos gente con miedo, con depresión, gente que está sana y que simplemente ir a montar les hace bien, gente que nunca estuvo en contacto con un caballo y se da cuenta lo feliz que la hace, síndrome de Down, autismo.

M.L. — Hay un abanico muy grande.

Hay algunas contraindicaciones pero montar a caballo lo puede hacer la mayoría. Para hacer la terapia si tenés algún problema físico severo, nosotras necesitamos un pase médico. El médico tratante tiene que decirme y avalarme al jinete que viene y decirme que puede desarrollar la terapia.

Gente con miedo, fobias o para destresarse o con temas psicológicos o emocionales que a veces son derivados de otros profesionales o a veces vienen como buscando algo.

Muchas veces el caballo funciona como espejo. No nos damos cuenta pero la forma en que nos acercamos al caballo y la forma en que el caballo responde a esos acercamientos de cada persona es distinta. Con algunas personas el caballo está más inquieto, con otras está más tranquilo. En el momento de montarlo también. Es como un espejo que va ayudándonos a buscar y encontrar.

A.L. — ¿En qué consiste la terapia?

C.M. — Depende de cada uno. Depende de las clases de cada persona. Tratamos de hacer mucho hincapié en la parte del cepillado, de la limpieza del caballo. Cuando llegan empiezan ellos a cepillarlo, a limpiarlo, darle agua y después siguen ensillándolo. Siempre de a poco, cada uno con lo que puede.

Una vez montado se empiezan a hacer ejercicios distintos dependiendo de cada uno. Cada clase tiene metas y objetivos distintos y son distintas.

A.L. — ¿Trabajan asociados con algún psicólogo? ¿Cómo trabajan con la dolencia o discapacidad que tiene cada persona?

M.L. — Lo ideal es tener un equipo interdisciplinario. Nos ha pasado, no por una elección, que muchas veces terminamos trabajando con el terapeuta, el psicólogo o el fisioterapeuta que está trabajando con esa persona, entonces estamos en comunicación con ellos y nos dicen qué están trabajando con los pacientes: “Estamos trabajando con el paciente en esta área, con este ejercicio … ¿por qué no lo hacés vos con el caballo? Trabajá esta área”. Así vamos armando objetivos y metas.

Pongo un ejemplo: hasta junio estuvimos trabajando con un grupo de autistas. Ellos tienen su equipo y la que estaba a cargo del grupo es una psicóloga, entonces ellos venían con cosas bastante claras a trabajar, lo que querían hacer lo charlamos, lo discutimos… estamos muy en contacto y vamos conversando. Nosotros vamos definiendo nuestras cosas y definiéndoselas a ver si les parece, y también estando al tanto de la evolución o de cómo van esos chicos en otras áreas.

A veces estamos en Jacksonville y estamos con el caballo y lo vamos a cepillar y no sabemos cómo fue el día o fue la semana, capaz que como cualquier persona todos tenemos nuestros días en que estamos más tristes o enojados o más contentos. Está buenísimo tener esa comunicación con la gente que está alrededor de ese jinete para exigir más o menos o plantear determinado tipo de clase para que sea mejor.

A.L. — Podemos pensar que trabajar con un caballo puede ser peligroso para las personas y más si tienen miedos, fobias o problemas motrices porque se pueden caer o pueden ser golpeados por el caballo.

¿Cómo se trabaja esta parte? Imagino que el caballo tiene que tener características muy particulares.

C.M. — Los caballos son “anti bomba”. Los elegimos especialmente, los trabajamos y los entrenamos bastante tiempo antes de empezar a trabajar con el jinete. Tenemos ciertas etapas que va cumpliendo el caballo hasta llegar a ser el caballo de equinoterapia para los casos más severos. Tiene que ser un caballo “anti bomba”.

Nos gusta trabajar con caballos con los que sabemos que estamos totalmente confiados. De por sí tiene un riesgo porque es un ser vivo y nunca se sabe cómo va a reaccionar. El riesgo existe, pero tratamos de trabajar y tuvimos suerte.

M.L. — Cuando trabajás con un animal lo que tratamos de hacer es de minimizar todo riesgo, dentro de lo posible. No puedo estar dentro de la mente del caballo, pero todo lo que podemos controlar, lo hacemos.

Elegimos muy bien qué caballo para qué jinete. Hay jinetes que van cambiando de caballo según los objetivos o las etapas que van cumpliendo. Hay caballos que sabemos que van a tener más afinidad con determinados jinetes, que a su vez necesitan caballos con determinada conformación.

Trabajamos con cinco caballos y todos son muy mansos. Hay uno que es más energético que otro, hay uno que tiene un paso más ágil, otro al que no le gustan los perritos o los gatos.

Trabajamos según el jinete y según el caballo, según el binomio, en un corral circular o en una pista o simplemente hacemos recorridos afuera, cosa que también cambia la dinámica de la clase. Siempre minimizando los riesgos y priorizando la seguridad. Si no estamos seguros o si hay algún caballo que no está bien porque por ejemplo tiene algún dolor entonces…

A.L. — Ese día no trabaja.

M.L. — Ese día no, o va a trabajar con un jinete que pueda controlar o que no sea de los más severos.

A.L. — Allí tienen una responsabilidad importante a la hora de crear el bionomio, de adjudicar cada caballo para cada persona.

¿Cómo se entrena un caballo “anti bomba”? ¿Qué cosas hay que tener en cuenta? ¿Cuánto tiempo les lleva? ¿Cualquier raza de caballo sirve?

M.L. — Todo depende del caballo. Obviamente elegimos caballos de sangre caliente como son los pura sangre o los árabes.

M.L. — Pero una cruza puede llegar a servir. Siempre tiene que ser un caballo que esté sano y que tenga una personalidad estable. No agarramos un caballo “nuevo”, de tres o cuatro años, en general son caballos más veteranos.

A.L. — ¿De más de siete años?

M.L. — Sí, de siete para arriba está bien.

No hay una raza ideal. Trabajamos con muchos caballos que son cruza, pero es como decía Clementina, un pura sangre no es el caballo ideal para la equinoterapia porque primero es un caballo alto y no queda cómodo, en equinoterapia el caballo en general va con alguien que lo va llevando, el jinete y el instructor que va a su izquierda. En algunos casos también va con otra persona del otro lado. Entonces, se tiene que poder sostener o agarrar al jinete y si son caballos muy altos no se puede. Va también mucho en la conformación del caballo.

A.L. — ¿En que consiste el entrenamiento?

C.M.— Lo ideal sería elegir un caballo potro y empezarlo muy de a poco y esperarlo todos los años y cuando tenga siete, ocho, nueve o diez años vas a empezarlo a usar en equinoterapia, pero eso es para nosotros casi inviable por un tema de costos. Hay centros que entrenan caballos especialmente para esta terapia, pero en otros países. Acá no existe eso.

Nosotros buscamos caballos mansos y estables y después empezamos el entrenamiento con distintas etapas. Obviamente no vamos a pedir que un caballo de primera vaya a la rampa que es donde subimos a los chicos y no se asuste de nada.

M.L. — Y que se quede quieto.

C.M. — O que se quede quieto. Les mostramos distintas cosas, les sacamos los sustos a los ruidos, a los juegos, a los colores, a las sorpresas.

El caballo se mueve, trota. Tratamos no hacer mucho galope sino paso de trote y después se empieza más con la etapa de lo que es la rampa, que es más para las clases de equinoterapia.

A.L. — ¿Qué es la rampa?

M.L. — Es una rampa por donde suben las sillas de rueda. Paramos el caballo al lado de la rampa, entonces el chico que está sentado en la silla de ruedas queda a nivel.

A.L. — Queda paralelo.

M.L. — Claro, entonces hay que sacarlo de la silla de ruedas y subirlo al caballo. Lo que hace la rampa es facilitar la monta de ese chico porque si no tendríamos que subirlo con fuerza desde la silla hasta el caballo.

Para los caballos la equinoterapia es una cosa bastante estresante porque el caballo es un animal de presa, cuya reacción es huir, entonces el estar con cuatro personas, una arriba, dos al costado y otra llevándolo, subir a la rampa y tener que quedarse quieto en la rampa…

Cuando el caballo está en la rampa, tiene que estar entrenado para poder quedarse quieto y esperar a que ese chico sea bajado de la silla quedándose ahí. Tenemos que poder confiar en que el caballo se va a poder quedar quieto y al mismo tiempo tampoco podemos tener al caballo horas parado. Tiene que tratarse de algo que no lleve demasiado tiempo y se tiene que acostumbrar a eso.

A.L. — Y tiene que ser seguro para todos.

M.L. — Sí. Hay juegos, jugamos con aritos, con algunas cosas que hacen ruido. Nos encantaría poder trabajar con música en la pista.

Hace poco trajimos a Popeye, que viene de la mitad del campo, el pobre caballo ahora está en Jacksonville donde estacionan y pasan autos. Lo que hacemos es empezar a trabajarlo, es decir, lo empezamos a montar alguna de nosotras o algún voluntario, lo trotamos, le enseña a quedarse quieto al “¡alto!” y después en distintas etapas lo vamos acostumbrando a que vaya uno de cada lado, a que si de repente hay algún ruido, el caballo confíe en nosotros y no quiera salir. Son distintas etapas según el caballo para poder lograr que un caballo a la hora de la terapia sea confiable.

A.L. — ¿A nivel de los pacientes qué reacción ven? ¿Cómo ven ese proceso de cambio a través de la equinoterapia?

C.M. — En todo se ve distinto. Hay aspectos físicos como hay aspectos sicológicos.

A principios de la equitación nos cuesta aprender a montar, pero cuando le agarran la mano se van con una cara de felicidad que para nosotros, ver esa cara de felicidad… ¡ya está!, es como “el alumno se va contento, nosotros nos quedamos contentos”.

El poder lograr dominar bien al caballo, el lograr un bionomio debe de ser una de las cosas más gratificantes. ¡Es espectacular!

M.L. — El caballo tiene determinadas características que es lo que hace que sea un animal de terapia y a nivel de físico se puede ver un tema de postura. Hay cosas que se ven a los 10 minutos que el jinete se subió al caballo y hay cosas que se ven a lo largo del tiempo. Es un proceso.

Es muy importante que el que va, lo haga con constancia. Si va una vez por semana, que vaya realmente, porque así es la única forma de ver el cambio.

A.L. — Y los adelantos.

M.L. — Sí. Es increíble cómo el caballo se da cuenta que tiene a una persona… se dan cuenta.Tenemos a Picasso que es un caballo que está con un dolor en una de sus patas y que es un dolor crónico, y al acercarte decís: “¡Qué caballo malhumorado!”, pero es ponerle a algunos de los jinetes severos… el caballo cambia.

A.L. — ¿Un jinete severo es una persona con muchos problemas?

M.L. — Sí, con una discapacidad severa, que no tiene control de tronco o no puede caminar. El caballo cambia, durante su clase es divino, precioso pero después lo desensillás y cambia.

C.M. — Es malhumorado. Gitana también. Cuando tuvimos que dejar nuestro caballo que más usábamos para equinoterapia, Talí, pasamos a usar a Gitana y dijimos: “Bueno Gitana, ahora te toca a vos. Ahora agarraste vos todos los más complicados”.

Le teníamos toda la confianza y ya la habíamos probado, pero el ver la reacción de la yegua como diciendo: “Bueno, sí… me tocó a mí y tengo que agarrar el lugar del otro”, es increíble.

A.L. — ¿Los que quieran comunicarse con ustedes a dónde lo pueden hacer?

M.L. — Pueden escribirnos al mail info@centropegasus.com. Pueden entrar a la página web que es www.centropegasus.com y si no están nuestros celulares: 099690178 y 099230999.

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